Panta rei...

Sostener lo insostenible con un hilo, en un suspiro: esa es mi especialidad. ¿Qué lleva a alguien a sostener un mundo entero? Una honda necesidad de no estar sola en el abismo, de conservar el propio mundo con un horizonte firme: quimera de quimeras: vanidad de vanidades y persecución del viento....
Tengo una honda necesidad de poblar todos mis abismos, de sembrarlos de mil criaturas, desde las más bellas hasta las más terribles… cualquier cosa antes que simplemente... nada. Mejor creer en lo peor, antes que creer en nada.
Pero quien se afana en sostener lo insostenible, sabe qué absurda es su pretensión... el hilo siempre se rompe. El mundo creado cae y se destroza en mil pedazos.
Entonces viene una segunda etapa, también crónica, como toda enfermedad incurable: recoger fragmentos y volver a unirlos. He ahí otra de mis especialidades: rehacer lo deshecho, recoger fragmentos e hilachos sueltos sin saber siquiera a qué parte corresponden. Recoger y caminar trabajosamente con todas las piezas a cuestas, hasta encontrar un lugar donde disponerlas, donde valorar lo que ha quedado después del desastre.
Llego así al recuento de los daños y el lamento por las pérdidas: ¿Qué ha quedado? ¿En qué momento cayeron en tierra fértil las semillas del desastre? ¿Y cuánto tiempo me llevará arrancar sus nécios retoños?
Pero siempre aparece finalmente la paciencia y poco a poco el dolor deja paso al reconocimiento de las formas. Esto es un brazo, esto un zapato. Parte de un vestido, un pie… Y entonces es el momento de sentarse a armar, a reconstruir lo perdido.
Las piezas siempre toman formas diferentes. A veces una cree que el producto final vuelve a ser el mismo que antes: nunca lo es. Puede ser mejor o peor, pero nunca es igual. Y ya armado el mundo, otra vez a tejerle mil disfraces: a tejer con hilachos viejos y desechos una y otra vez los mismos sueños, por las mismas razones. He ahí otra de mis funciones: tejer con hilos viejos ropas nuevas.
Y en esa tragedia está la esperanza: todo puede volver a ser nuevo. Lo que era de una manera puede ser de otra al ensamblarse en una nueva forma. En ningún lugar está escrito el orden del ensamblaje: puedo crear ángeles o monstruos, o ángeles monstruosos. Puedo crear fuentes y pájaros, puedo enarbolar la compasión y la solidaridad y amar al que me ha odiado, ayudar al que me ha herido, vencer al miedo, al diablo y a la soledad, mismo personaje en diversos ropajes. Amar el miedo, el diablo y la soledad. Pagarle con una caricia al diablo.
Nada está escrito y yo tengo una pluma en la mano.
Yo decido qué escribir.
Y así vuelvo a crear un nuevo equilibrio sobre un hilo. A sabiendas de que se romperá cuando sea su momento, porque esa es la esencia de la vida: todo fluye, todo cambia: panta rei!

2 comentarios:

Lienzo dijo...

:) Yuuupiiii!! :) No sabes como me da ánimo tu texto... me acuerdo de esa frase de Bonifaz que cambio mi vida: "La soledad es un mito de la adolescencia", sólo que a veces se nos olvida.

Que gusto es vivir, aunque estar vivo parezca ser ofico de zapateros remenderos.:)

Paulina Rivero Weber dijo...

Querida... TU eres la alegría personificada. Tengo que aprender tanto de ti! Siiiii: ¡MAESTRA! Gracias por todo! Si se puede pensar en Sísifo feliz, me cae que también podemos pensarnos como zapateras y remenderas más que felices, y bien creativas....

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