martes,27de
Otro cuento taoísta
jueves,22de
Quizá, quizá, quizá...
Toda religión que medianamente se respete a sí misma, coincide en que todo lo que sucede, sucede por alguna razón. En otras palabras, la religión nos salva del sinsentido, y particularmente del sinsentido del dolor. Porque en realidad a nadie le interesa el sinsentido del placer o de la alegría: a éstos simplemente los recibimos con las puertas abiertas de par en par. En cambio el displacer o el dolor, a esos no los queremos… de modo que cuando se presentan buscamos las razones por las que están ahí.
Para el cristiano, el dolor se explica a través del pasado y del futuro. Hacia atrás, todo individuo es “deudor” de un cierto pecado original que no queda del todo claro en qué consiste. Pero de cualquier manera, la canción de bienvenida que el cristiano ofrece al recién nacido canta la estrofa de un “yo pecador” que es tal por pensamiento, palabra, obra u omisión. Hagas lo que hagas, no te salvas de ser pecador. Así la Iglesia cree que mantiene un público cautivo asegurado… y todo parece indicar que no se equivoca al creerlo. Pero también el sufrimiento se explica hacia el futuro: dichoso los que sufren, dichosos los pobres, dichosos los últimos, porque de todos ellos será el reino de los cielos, ellos serán los primeros. Extraño argumento, si pensamos que un asesino serial puede ser pobre y sufrir considerablemente, pero en fin: es el reino de la fe, no de la razón. Quien solo tiene fe, puede creer en las barrabasadas más incoherentes, sin siquiera darse cuenta.
Para algunos los budistas, el dolor nos remite al pasado, pues es el resultado de nuestras acciones. Algunos consideran que se trata de nuestras acciones en esta vida, otros, de nuestras acciones en vidas pasadas. Esta idea no carece de una buena lógica. Es evidente que cosechamos lo que sembramos, aunque aquí alguien podría decir que, por ejemplo, Carlos Slim es feliz sin haber sembrado tanto como ha cosechado… porque miren que ha cosechado! Pero yo le preguntaría a este señor ¿en verdad es usted feliz, Sr. Slim? Mmmmm… no lo se, pero no lo creo. Se la ha de pasar bien, no lo dudo, pero ser feliz es mucho más que eso.
Pero lo que me interesa señalar es otro tipo de budismo que encuentra una explicación al dolor en nuestra propia psicología. Sufrimos porque tenemos ciertos pensamientos, imágenes mentales o emociones, que conforman ideas falsas de nosotros y de los demás. Pero no sólo las conforman, sino que las “congelan”, o como le gustaba decir a Nietzsche, las “egipcianizan”. A lo que me refiero es que no solo las conforman, sino que las establecen como absolutas e inmutables, eternas y únicas. Y eso, sí que causa dolor.
¿Cómo superar ese dolor desde esta perspectiva? Pues haciendo con nuestros patrones mentales, lo mismo que hacemos con la chapa de la puerta de la casa cuando se oxida: le ponemos removedor, aceitito para que gire lo que tiene que girar, para que se mueva lo que se tiene que mover. O hasta la quitamos, la mandamos a volar y ponemos una chapa nueva. No hay porqué quedarse eternamente apegados a una chapa vieja: tampoco a una idea dolorosa.
Pero ¿Cómo hacerle para curar el dolor? Bueno, hasta donde voy, hasta este punto de mi camino, ese aceitito que mueve los engranajes de nuestro cerebro, en Occidente los budistas le han llamado “meditación”. Y sí que mueve los engranajes, y sí que cambia patrones mentales, y sí que es un cambio de paradigma de 180 grados con respecto a lo que creemos que somos los seres humanos en Occidente.
E implica, por supuesto, un concepto de felicidad que no tiene nada que ver con la que puede tener un millonario económico. Es una felicidad que solo pueden tener los millonarios de otro tipo. Y creo, no se si me equivoque, pero creo que para lograrlo es necesario un maestro: alguien que sepa bien lo que hace y que tenga el honesto deseo de transmitirlo... se dice fácil, pero yo tardé bastante en encontrarlo. Tener un buen maestro en esto es tan importante, que en la antigua India el saludo habitual entre meditadores para un desconocido era: "¿Quién es tu maestro?". Yo respondería: Kavindu. He encontrado un maestro, solo me queda hacer todo por ser una buena discípula.
Esas cosas he pensado y sobre eso he leído estos días de lluvia y encierro, con mi tobillo fracturado, de modo que sí, vuelvo a mi viejo cuento taoísta: Me rompí un pie… Ay, qué mala suerte… ¿si? Quizá… quizá… quizá… Ja, ja, ja!
domingo,18de
Entre "gracias" y "desgracias", con Sangharakshita
El cuento taoísta en realidad parece dejar las gracias y las desgracias un poco al azar, porque así es: un día vas caminando, te rompes un tobillo, te enyesan, te quedas encerrada, te sientes inútil, medio depre... y de repente no, te das cuenta de tantas cosas, que terminas diciendo "qué bueno que sucedió esto"... y fue el azar. Pero creo que en realidad la oportunidad de crecer, no radica en el mero azar, sino en el corazón del ser humano, por usar una metáfora.
Les mando un poema que Sangharakshita que dice esto mejor que yo. Él es un sabio budista (que aún vive) y escribió este poema parafraseando y superando a Blake. Yo lo tomé de un libro maravilloso, que está por publicarse, escrito por otro monje mexicano, vivo y en activo plenamente, de nombre Kavindu:
El optimismo de la mente creativa persiste
a pesar de los estímulos desagradables.
Ama donde no hay razón para amar,
es feliz donde no hay razón para ser feliz,
crea donde no hay posibilidad de creatividad,
y de esa manera construye un cielo
en medio de la desesperación del infierno.
Cuando ese libro de Kavindu salga a la venta, les avisaré a todos, porque en verdad hay que leerlo! Al menos aquellos que quisiéramos construir un cielo en cualquier ambiente posible...
jueves,15de
Clarice Lispector: "Perdonando a Dios"
En: Clarice Lispector, Felicidad Clandestina. Editorial Grijalbo, traducción: Marcelo Cohen
sábado,10de
Entre Dostoievski, Tolstoi y el budismo...
No cabe duda: me gusta Ana Karenina… esto es, Tolstoi, no la mujer, no la personaje: me gusta Tolstoi. Les cuento que estos días de “lisiada” como dice mi hija usando el lenguaje con toda propiedad cuando se refiere a mi fractura de pie, me he acordado mucho de Levin. Y es que esa obra, Tolstoi presenta dos tipos de búsqueda muy diferentes: la de Ana, que es la búsqueda del amor, y la de Levin: la búsqueda por el sentido de la existencia humana. Y vengo cayendo en cuenta de que ambas búsquedas -¡qué cosa más curiosa!- siendo completamente diferentes, se resumen en la misma palabra. Y es que se trata de una palabra, de un concepto, más bien, que se usa tanto y para tantas cosas, que ya no nos dice nada. Ambas búsquedas llegan a la palabra “amor”, pero entendiendo por eso algo completamente diferente.
Para Ana, el amor es el amor a un hombre. Diríamos que Ana está enamorada, perdidamente enamorada. Pero como bien lo vio Dostoievski en Los hermanos Karamásov, “enamorarse no significa amar. Uno puede enamorarse sin dejar de odiar” (si les interesa, es el capítulo 3 del libro tercero) Pero regresemos a Tolstoi: Ana está enamorada de un hombre y no ve más allá de eso. El Romanticismo nos donó maravillas de todo tipo, pero nos dejó también una visión muy estúpida del amor. Nos hizo creer que amar es enamorarse, cuando enamorarse es una especie de ceguera, un no ver más allá de lo que uno puede ver, que en ese estado suele ser muy poco. Enamorarse es una delicia, quien lo duda: a veces hasta sus sufrimientos son flores, como dice una antigua canción española. Pero eso no es amor. Es más bien un estado de obnubilación, un no poder ver nada con claridad. Y Ana paga caro su enamoramiento, esto es, su no poder ver; lo paga con la vida. El romanticismo apesta…
Levin, contrapeso de la misma obra, estudia filosofía, sube y baja con un solo afán: comprender porqué estamos aquí, su pregunta es si acaso la vida tiene o no un sentido. Y un poco ya dado por vencido, al no encontrar respuesta satisfactoria alguna, le da por trabajar en su propia finca, con sus propios jornaleros, a la par que ellos. Trabaja con ellos, descansa con ellos, come con ellos. Y en uno de esos descansos, platicando con uno de ellos, el humilde campesino le explica al doctorado señor cuál es el sentido de la vida… “Todos los hombres –dice el campesino- no son iguales: hay unos que viven para su vientre… otros viven para su alma, para Dios…” (curiosos: cap.11 de la octava parte de Ana Karenina) Y explica enseguida lo que quiere decir con esto: Hay quienes tienen compasión, quienes no hacen daño a los demás y sufren al ver sufrir al otro. Com-parten con el otro (eso es com-pasión) mientras que hay otros que sólo viven para su vientre: el otro les vale madre…
Qué diferentes formas de comprender el amor. Me quedo con la segunda: creo en el amor que siento por todo y por todos. Eso. Y creo, finalmente, que se han dicho muchas, muchísimas estupideces sobre el budismo. Ahora que lo estudio lamento tanto su mala difusión… Que “niega los deseos” cuando eso es solo una mala traducción de UNA palabra… que es contemplación estéril... el budismo enarbola lo mismo que ese viejo campesino dijo a Levin: el sentido de la vida y la felicidad se encuentra en la com-pasión, la cual no tiene nada que ver con la forma en que ese concepto fue manoseado por el cristianismo. Tiene que ver con... bueno, ahí van algunas pistas: Com-pathos, com-patía, em-patía, com-partir…. por ahí va!
viernes,9de
Panta rei...
Tengo una honda necesidad de poblar todos mis abismos, de sembrarlos de mil criaturas, desde las más bellas hasta las más terribles… cualquier cosa antes que simplemente... nada. Mejor creer en lo peor, antes que creer en nada.
Pero quien se afana en sostener lo insostenible, sabe qué absurda es su pretensión... el hilo siempre se rompe. El mundo creado cae y se destroza en mil pedazos.
Entonces viene una segunda etapa, también crónica, como toda enfermedad incurable: recoger fragmentos y volver a unirlos. He ahí otra de mis especialidades: rehacer lo deshecho, recoger fragmentos e hilachos sueltos sin saber siquiera a qué parte corresponden. Recoger y caminar trabajosamente con todas las piezas a cuestas, hasta encontrar un lugar donde disponerlas, donde valorar lo que ha quedado después del desastre.
Llego así al recuento de los daños y el lamento por las pérdidas: ¿Qué ha quedado? ¿En qué momento cayeron en tierra fértil las semillas del desastre? ¿Y cuánto tiempo me llevará arrancar sus nécios retoños?
Pero siempre aparece finalmente la paciencia y poco a poco el dolor deja paso al reconocimiento de las formas. Esto es un brazo, esto un zapato. Parte de un vestido, un pie… Y entonces es el momento de sentarse a armar, a reconstruir lo perdido.
Las piezas siempre toman formas diferentes. A veces una cree que el producto final vuelve a ser el mismo que antes: nunca lo es. Puede ser mejor o peor, pero nunca es igual. Y ya armado el mundo, otra vez a tejerle mil disfraces: a tejer con hilachos viejos y desechos una y otra vez los mismos sueños, por las mismas razones. He ahí otra de mis funciones: tejer con hilos viejos ropas nuevas.
Y en esa tragedia está la esperanza: todo puede volver a ser nuevo. Lo que era de una manera puede ser de otra al ensamblarse en una nueva forma. En ningún lugar está escrito el orden del ensamblaje: puedo crear ángeles o monstruos, o ángeles monstruosos. Puedo crear fuentes y pájaros, puedo enarbolar la compasión y la solidaridad y amar al que me ha odiado, ayudar al que me ha herido, vencer al miedo, al diablo y a la soledad, mismo personaje en diversos ropajes. Amar el miedo, el diablo y la soledad. Pagarle con una caricia al diablo.
Nada está escrito y yo tengo una pluma en la mano.
Yo decido qué escribir.
Y así vuelvo a crear un nuevo equilibrio sobre un hilo. A sabiendas de que se romperá cuando sea su momento, porque esa es la esencia de la vida: todo fluye, todo cambia: panta rei!
jueves,8de
Este camino
A ciegas, como un niño.
Como un niño a pasos inseguros.
Yendo a poner la frente sobre el filo
de todas las cuchillas...
Que nadie me dé luz. Que nadie tienda
su gesto en mi socorro.
Dejadme que tropiece, que me hiera,
dejadme que me caiga...
¡Nadie podrá sostenerme los pasos
si mi esfuerzo
no puede sostenerme!
Este camino yo he de hacerlo a solas...
Que me ayude yo misma.
Que me alce yo y sostenga.
Que me empuje mi fuerza y sólo ella.
No habrá nadie capaz de levantarme
más alto que mi pecho
sin que la sangre huyera por mis poros.
Pequeña o no, dejadme ir a la altura
a que puedan llegar mis pies sin guía.
Dejad que pruebe mis músculos, mis nervios,
la anchura de mi espíritu.
Dejadme ser a mí. ¡Aunque no sea
cuanto hubiera podido!
Y aunque en barro se graben, ¡que sean mías
las huellas de mis dedos!
Jirón de sol o sombra diluida,
dejadme ser yo misma
y buscarme yo a solas...!
Mirta Aguirre
miércoles,7de
Janik
Bueno, total que adopté mi postura de profesora enojona y dije: ¿Quién trae un gato? Se escucharon algunas risitas y, lo más sorprendente, el gato se calló. Entonces vi que una alumna, que por cierto me parecía muy abierta, alegre e inteligente, se ruborizó considerablemente. Sus compañeras volteaban a verla... y me dijo: ¡Ay maestra, perdón, soy yo! Pero ¿cómo? le dije ¿puedes hacer tan bien como gato? Le pedí que volviera a hacerlo y ya no quiso, estaba muy apenada... pero desde entonces se me hizo muy simpática.
El tiempo pasó, el año terminó, y cada vez que la encontraba en los pasillos, solamente me decía una cosa: ¡Maestra! Siempre con prisas las dos, nos saludábamos corriendo. Luego tuve un proyecto PAPIME, la invité, formó parte de él, concluimos bien todo... y la amistad quedó.
Hoy Janik vino a casa, a ver a su maestra con la pata rota. Como siempre, lo primero que me dijo al verme, fue "¡maestra!". Desde hace tiempo ya que nos hablamos "de tu" y la confianza es muy grande, pero igual sus primeras palabras para conmigo siempre son las mismas. Janik pasó la tarde diseñando a mi gusto la presentación de este blog. Su presencia iluminó mi casa y estos días que para mi han sido de impotencia, por no poder moverme bien.
Ser profesora de la UNAM me ha dado mucho, muchísimo. Pero de todo lo recibido, lo mejor es el afecto de mis alumnos. Yo creo que ellos saben, sienten, cuánto los quiero. Pienso que no estoy sola... Ellos van conmigo.
Gracias por tu paciencia, por tu tarde dedicada a mi blog, y sobre todo por tu preciosa amistad, mi querida Janik!
martes,6de
La cotidianidad
Me impresionaron mucho estos comentarios porque por lo general la cotidianidad es vista como algo negativo. La cotidianidad suele verse como la tumba de una relación amorosa, o como lo más cercano al tedio y al aburrimiento. Y sin embargo lo que Alberto y Livi transmiten es un amor tan sereno como desbordante por los pequeños actos cotidianos que conforman su existencia.
En el Taoísmo de Lao Zi, hay un concepto clave que se traduce como "saber conformarse". Este no tiene nada que ver con un mero "conformismo", sino más bien con saber vivir con aquello que nos rodea y cuidarlo, amarlo. Creo que esa es la enseñanza de Livi y Alberto. Él cuida a su huraña gatita y le conmueve su presencia. Ella se ocupa de una pequeña ave, regalo de su abuela, (a quien ya adivino muy amada por Livi). Parece no faltarles nada más...
Me parece que ambos tienen un secreto. El amor a la vida no es nada más un amor desmedido a los grandes momentos, sino el amor a los más pequeños y cotidianos componentes de ella. Creo que el ser humano constantemente busca grandes momentos, grandes amores, éxitos sublimes, y no ve lo más importante: el musgo que crece entre la piedra.
¿Porqué? Yo creo que dejamos de ver las cosas no solo cuando nos habituamos a ellas, sino cuando estamos descontentos. Se hace entonces un círculo muy vicioso, en el que el descontento genera más descontento... ¿cómo romperlo? Me imagino que si uno es creativo pueden existir múltiples formas de hacerlo. Pero creo que las únicas eficientes son las que tienen que ver con la relación que uno tiene. o en mi caso, que una tiene con una misma. El amor y el contento no se pueden sentir, por más que se nos otorguen, si no tenemos primero ese amor y ese contento de uno para uno mismo. En lo personal, meditar me ha ayudado mucho, gracias a que encontré un gran maestro, quizá conocido por muchos de ustedes: Kavindu.
Pero debo de decir que con todo, no me resulta fácil. La insatisfacción en mi vida suele ser un huésped tan usual como poco deseable... y creo que el único camino posible es la aceptación y sí, el amor que una pueda llegar a sentir por una misma. Estoy en el camino, y desde él, doy gracias a Livi y a Alberto por mostrar tanta belleza!
lunes,5de
Un viejo cuento taoísta
Al día siguiente, temprano por la mañana se sintió temblar la tierra y se escuchó un fuerte galopeo... el viejo salió corriendo y no creía lo que sus ojos veían: su caballo había regresado acompañado de otros hermosos caballos salvajes y ahí estaba, esperando para ser recibido. El viejo saludó a su caballo y comenzó a hacer el esfuerzo de capturar a los demás. Una vez hecha esa labor, solamente quedaba amaestrarlos, labor a la cual se abocó su hijo. Esa tarde el vecino pasó y se rió al contemplar el espectáculo, diciendo: ¿Quien lo iba a decir, amigo: ¡Que magnífica suerte has tenido esta vez! El viejo sonrió, levantó las cejas y dijo "Quizá..."
Pasaron los días y una mañana el viejo escuchó lamentos de dolor. Corrió afuera y encontró a su hijo lastimado: había caído de un caballo al tratar de amaestrarlo. Lo llevó al médico del lugar, quien le vendó la pierna y le puso en riguroso reposo. Esa tarde, al no ver al hijo trabajando, el vecino preguntó qué había ocurrido. Al saber la historia, respondió: "Pues después de todo, amigo, un hijo es lo más preciado. No han traído buena suerte estos caballos, sino mala, muy mala suerte" Y el viejo, un poco triste y cansado, se limitó a responder: "Quizá..."
Al día siguiente, unos enviados del Emperador llegaron a anunciar la guerra contra al pueblo vecino, y a la vez se llevaban a todos los jóvenes para adiestrarlos y llevarlos al campo de batalla. Al ver al hijo del viejo, le dejaron en su casa, pues no servía para la guerra. Esa tarde el vecino ya se había enterado de todo y corrió alegre a casa de su amigo. "¡Hermano! -le dijo- después de todo, ahora lo comprendo: la suerte está contigo!" El viejo se acercó a su amigo con paciencia y le dijo: "¿Es que no has comprendido nada, querido amigo? La vida fluye, no deja de cambiar. Lo que hoy parece ser el más tremendo de los males, puede dar la vuelta y generar un beneficio. A veces aun sin saberlo, lo que aparentemente es el peor de los castigos, nos salva de males mayores. ¿Quienes somos para comprender lo insondable? La vida misma es insondable para nosotros... dejemos que devenga sin juzgarla y tratemos simplemente de hacer de cada día, lo mejor".
domingo,4de
Con las alas rotas...
El evento me introdujo una joda horrible... y lo supe desde que escuché "crac", porque así hizo mi pobre tobillo: crac, y luego, pues el dolor, la necedad, las radiografías, un doctor más jetón que perro de tres cabezas que cuida las puertas del infierno, y eso que sólo tenía una. Luego Rebequita mi amiga adorada, me mandó las muletas prestadas de su hija Mariana, y luego a tratar de caminar, y luego una bolsa de basura con cinta canela para bañarme... en fin: qué necedad.
De modo que realmente debería haber comenzado diciendo: "con la pata rota" pero ¡dios! suena TAN poco romántico... Estoy aquí guardada y sola, buscando qué hacer. Soy aburrimiento... ¡Qué diera por ir al cine! Ya voy en mi tercer libro releído, en mi segundo documental de National Geographic, en mi novena hora de poner buena cara... y siento ansias de hablar con alguien y comunicarme...
Así que ahora publicaré aquí algunas cosillas que no publico. Poemas o artículos pequeños... a ver cómo nos va... cinco, cuatro, tres, dos, uno... (o una, vaya usted a saber el género de los números/as) ...cero... VAAAA!!!