Desayuno con un rockstar

Había escuchado muchas cosas de este filósofo. Quiero decir; recientemente había escuchado cosas nuevas sobre él. Pero no sabía bien a bien qué creer, ni me importaba mucho. ¿Porqué? Veamos. Mi primer recuerdo me presenta a un hombre maduro, simpático, que hace unos treinta años nos habló de Voltaire en la Facultad de Filosofía y Letras. Nos anunció también que él se dedicaría a la difusión de la cultura, tanto por el gusto de difundir la cultura, como por vivir de ello y hacer dinero: ¿qué tiene eso de malo? Ese es mi primer recuerdo y quizá sea inexacto: yo era una de las muchas y muchos estudiantes que le escucharon hace quizá más de treinta años a ese pequeño hombre regordete y simpático en el Aula Magna de la Facultad.
Mi siguiente recuerdo es de alguno años después. Compré un pequeño libro suyo, ahora no podría decir siquiera cuál fue. Al llegar a casa lo abrí, leí los dos primeros renglones y quedé atónita. El tiempo se ha encargado de borrar todo recuerdo al respecto, menos ese sentimiento: ¿Cómo puede este hombre decir esto, con esta ligereza? ¿Qué olvidó, o nunca leyó a Platón o a Aristóteles? ¿Cómo? No recuerdo mucho más, pero ciertamente comenté con colegas de México y de otros países mi sorpresa. Parecía que yo era la única sorprendida: para todos era evidente que este hombre ya estaba en otra cosa, en algo así como la "mundanidad" de la fama, y no en le reflexión pausada. Y tampoco en la mera reflexión.
El tiempo les dio la razón: poco a poco creció en fama, se convirtió en una especie de "rockstar" de su tiempo. Yo dejé de leerlo y mis alumnos también. Y conforme los que nos dedicábamos a la filosofía nos alejábamos más y más de él, la gente, las muchedumbres, se acercaban más y más a él.

Con estos antecedentes, cuando me propusieron organizar a un grupo de estudiantes que conocieran su obra, para desayunar con él, preferí proponer el nombre de otra compañera. No supe mucho más hasta que ya era un "hecho" que organizaría a ese grupo de estudiantes. Omito los pormenores en cuanto a la organización de los estudiantes interesados, tan sólo diré que después de días de anunciar el desayuno en Facebook, NADIE se apuntó. Con ayuda de varias personas encontré dos que le habían leído y tenían fuertes objeciones a su obra. Estos dos jóvenes acudieron al desayuno junto con un grupo de alumnos cercanos a mi, que accedieron a acompañarme por mera solidaridad.
Llegamos al hotel ubicado en una bella zona de Polanco, pocos minutos antes de la cita: puntuales. Nos sentaron a la mesa y nos indicaron que comenzáramos, pues el individuo en cuestión ya había desayunado. Pedí un capuchino y de inmediato el mesero indicó: "no está incluido en el desayuno"... alguien dijo: tráiganselo. Pronto estábamos todos comenzando a desayunar sin el hombre al que habíamos ido a ver.
Por fin llegó el señor. Le saludamos, tomó asiento y se hizo el silencio. Tratando de romperlo, dije algo, con ese modo que es casi un vicio en mi, ese tratar de ser cordial, cálida, cuando a veces no es del todo ni justo ni necesario. De inmediato una mujer morena, pequeña y prepotente, que ya había intentado cambiar los lugares y el acomodo de todos, se acercó y me dijo: usted no hable, deje que hablen solamente los estudiantes. No la tomé en cuenta, pues de hecho ya estaba hablando uno de los jóvenes que más le conocía y su modo fue tan burdo, que no consideré oportuno ni contestarle siquiera.

En un ámbito de respeto y cordialidad que enorgullecería a cualquier profesor universitario, estos estudiantes plantearon los temas de mayor vigencia en la Ética actual: ¿Es o no necesaria una ética vaya más allá del antropocentrismo y se preocupe por el cuidado del planeta y de todo ser vivo? ¿Es posible superar las propuestas antropocéntricas que se preocupan únicamente por el ser humano? El 100% del tiempo la plática giró en torno a ese tema.
Al respecto Savater fue tajante: no tenemos ningún deber moral para con animales ni tampoco para con los ecosistemas. Si debemos preocuparnos por ello es solamente en la medida en que beneficie o no al ser humano. No pude evitar desobedecer a la pequeña mujer que me ordenó callar, y le dije: "Pero hoy en día son muchas las voces de filósofos que proponen éticas no antropocéntricas: éticas que aunque son creadas por el ser humano, toman en cuenta al ecosistema, al mundo, a los animales: sus preocupaciones van más allá de lo meramente humano". A lo cual el laureado escritor respondió en medio de una risa que dejó ver el interior de una boca atascada de pan de la cual caían migajas sobre la mesa: "Sí hombre, que hay muchas estupideces." Mis alumnos no podían creer lo que estaban escuchando ni lo que estaban viendo. Ese hombre en extremos regordete comiendo pan de manera sucia y compulsiva, expresaba las ideas más burdas que un filósofo pudiera expresar. No pude evitar desobedecer otra vez a la pequeña mujer prepotente que me había ordenado callar: "Pero entonces ¿acaso toda propuesta ética que se preocupe por la vida, por los ecosistemas, por los animales, es para ti una estupidez?" Con la misma ligereza que respondió todo lo demás, respondió afirmativamente: con la misma risa, las mismas bromas, la misma cordialidad, el mismo pan cayendo de su boca y... la misma ausencia de reflexión.
Los jóvenes le plantearon con toda seriedad dilemas éticos sobre los que él rió. Algunos medio contestó, medio no. La complejidad de las barbaridades que respondía este señor, llevaron la plática a su clímax: un joven retomó un argumento que, si no me equivoco, había leído en un artículo de Gustavo Ortíz Millán: "Pero para usted, si un niño quema a un gato vivo, ¿no es algo éticamente censurable? Y respondió: "No. Por supuesto que no." ¿Y la tortura de los toros antes de morir? "¡Pero hombre! Si sólo son quince minutos...! Yo cada vez me sentía mas indispuesta a continuar sentada frente a esta especie de... ¿De qué? ¿Cómo definirlo sin insultarlo? ¿Qué adjetivo calificativo, qué sustantivo se puede emplear para este tipo de personas que se comportan como payasos vulgares y cínicos? Pero era un invitado de mi Universidad y había que guardar compostura. Y la guardé.
Hubo un radical desacuerdo entre este hombre y los estudiantes del posgrado en filosofía de la UNAM. Los jóvenes fueron respetuosos y pacientes: más de lo que yo misma pudiera creer. En verdad querían convencerlo, en verdad trataban de hacerle ver que su postura era -es- éticamente insostenible. Pero todo ese esfuerzo del pensamiento argumentado fue recibido con la ligereza  propia de los grandes comediantes. ¡Pensar que este hombre alguna vez fue un filósofo y leyó a Nietzsche! Ahora es un comediante del mercado. Qué miseria.
Al final, viéndolo a los ojos le pregunté: ¿Será posible, Fernando, que en un futuro cambies de opinión y defiendas una ética ecológica, o al menos una ética que se preocupe por el respeto a la vida de otros seres, de algunos animales? La respuesta fue: “No: imposible.” Más bromas de su parte, más miradas de asombro de la nuestra, hasta que una alumna, Stephanie, preciosa e inteligente me dijo: "Ya, ya, ¿no? Ya vámonos ¿si?: ya fue suficiente". 
Me levanté y dije: Bueno, pues Fernando debe estar cansado, es hora de irnos. La pequeña mujer nos dijo que aun quedaban quince minutos. ¡Qué bueno! Le dije: así podrá firmarles algunos libros a los muchachos. Pero cuando regresé del baño, ellos ya estaban en la puerta, esperándome. Igual de consternados que yo. 
Me quedo con una sola reflexión: Si un hombre de ese tipo, que gana premios y atrae multitudes, se definiera por una ética ecológica, respondería a una verdadera emergencia. Hoy en día no está a discusión la necesidad de cuidar el planeta y de proteger a las especies. Y no porque nos "convenga", sino porque somos el único ser capaz de elegir destrozar o cuidar, torturar o respetar. Somos el único ser ético: tal es nuestra responsabilidad. 
Lástima que este laureado individuo que arrastra multitudes, no pueda entender algo tan simple. Y lástima que las multitudes no vean lo evidente. ¿Porqué requieren las multitudes de estos grandes comediantes? ¿Porqué? Qué pena y qué vergüenza. Qué vergüenza para México y para nuestra Universidad. En España no hay quien le considere un "filósofo". Acá arrastra a la muchedumbre ignorante que requiere grandes comediantes. 
Y por otro lado, qué orgullo y qué honor contar con estudiantes de esta talla: racionales, inteligentes, respetuosos, tolerantes y solidarios. Definitivamente algo sí nos enseña la UNAM, al menos a quienes desean aprenderlo: ÉTICA.

5 comentarios:

Esponjita dijo...

Excelente texto.

Stefanía A. dijo...

Tuve la oportunidad de ir hace unas semanas a verlo a la Sala Nezahualcóyotl, lo primero que le advierte al numeroso público es que él no es filósofo. Apenas comenzó a hablar lo confirmé.
Saludos profesora! (:

EthosGuaycura83 dijo...

Uta, una mala experiencia... Conocí la UNAM hace un mes en el congreso de IXTLI y tuve la oportunidad de convivir de cerca con varios maestros (Ambrosio Velasco, Carmen Rovira, Morado, Atocha...) llevándome en lo personal un gran sabor de boca. Lástima que haya actitudes tan intransigentes entre humanistas tan laureados... Un abrazo desde Baja California Sur...

David Israel dijo...

https://www.youtube.com/watch?v=uPDvC46C4NA

Éste sí es un filósofo...

Anónimo dijo...

Pues si de arrogantes hablamos Paulina, tú no cantas tan mal las rancheras.

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