Desvariaciones sobre un tema de Paulinini

Para Myriam

A raíz de mi comentario sobre la película “Origen” Myriam, mi ayudante en la UNAM, me hizo ver algo fundamental. “¡Escríbelo en el blog!” le dije. Pero no lo hizo, lo cual es una lástima, porque tiene un punto muy importante… De ahí que las palabras que siguen no son en sentido estricto mías, yo solamente las transcribo debido a que esta ocasión una especie de timidez parece haberla conducido a la agrafía que nos priva de su delicada y fina sensibilidad.
Myriam considera –y hace muy bien- que la clave de toda la película y de todo lo que yo traté de decir, radica en las palabras que el personaje principal le dice a la amada: se que tú no eres real, que esto es un sueño, porque no tienes la complejidad de ella.
Kavindu, mi maestro, insiste en ese punto clase tras clase: filtramos la realidad, la sesgamos, la depauperamos, y con ese mínimo que queda, así de pobremente, la etiquetamos. Para poder “funcionar” en la vida cotidiana, cometemos el error de tomar la parte por el todo. Y luego, fijamos esa parte, la congelamos, ¡y nos la creemos!: nos quedamos con una fotografía estática que no es la persona verdadera, una foto que a duras penas la representa. O más bien la pseudo representa, porque la persona que está en el presente, no es la misma que la del re-presente. El re-presente en el cual re-presentamos, lo que se re-presenta aparece como un ser muy menguado, muy poco complejo, y sobre todo, muy etiquetado y como tal, estático, inamovible. La vida no es así. La vida es flujo constante.
Había pues comenzado a escribir sobre esto, cuando hoy me encontré con Myriam y Jorge, en Nalanda. (Mi abuela decía: Dios los hace y ellos se juntan). Comentamos eso otra vez en torno a “Origen”, y hablamos de cómo la realidad es ese flujo incesante, mientras que el recuerdo es la mera imagen casi congelada. Y Myr dijo: “Pero es que vivimos atrapados en un mundo de imágenes”. Y he ahí la cosa, ya lo dijo Heidegger: vivimos en la era de la imagen del mundo, en la cual todo es imagen: y esto es así, hasta lo grotesco. Hay mujeres y hombres que estudian y enseñan “diseño de la imagen”. Los políticos diseñan su imagen. La gente vota por una imagen. Los hombres y mujeres nos vestimos de una cierta manera y no de otra, y proyectamos en efecto una imagen. Hay quienes creen que conocen a la persona con ver su fotografía, como si no existiera ningún misterio detrás de ella, como si la imagen lo fuera todo. La época de la imagen…
Viene entonces al caso que cuente aquí que anoche estuve el programa de Fernando Rivera Calderón, ese músico, filósofo, poeta y loco que dirige el programa “La noche W”. Íbamos a hablar sobre Taoísmo. Cuando me preguntó cómo sería una sociedad taoísta le hablé del individualismo taoísta, de la imposibilidad de socializar el taoísmo, de cómo este era una repuesta casi anarquista al confucionismo.
Pero la verdad es que luego, platicando con Arturo, me di cuenta de que eso no es verdad. Arturo me hace pensar mucho. Tiene una inteligencia poco usual, medita, hace yoga, estudia budismo y pasamos horas hablando de esto. Platicando con él me di cuenta de que una sociedad taoísta de ninguna manera permitiría la publicidad que genera deseos adquisitivos en el individuo. Para Lao Zi, por ejemplo, el robo, que es un gran mal para toda sociedad, lo ocasiona la exhibición de objetos que no están al alcance de todos. Exhibir esos objetos genera un deseo insano de poseerlos, y por eso a aquellos que les está vedado satisfacer ese deseo, roban. Un sociedad taoísta sería bastante más simple en todo, hasta en lo más elemental: condimentaría menos la comida (Cf. Tao Te King, o François Jullien, Elogio de lo insípido) y buscaría la satisfacción de los deseos más simples y naturales (lo que los taoístas llaman pu) de manera bastante cercana a Diógenes.
Hoy resultaría impensable un individuo que viviera al estilo de Diógenes. Tratemos de imaginar de manera actualizada lo sucedido entre él y Alejandro Magno. Imagínense un homeless gringo o un desposeído mexicano o de cualquier nación: es igual. Imagínense que llegara Obama o Calderón (que se quedan chiquititos junto a Alejandro Magno, en todo) y le dijera:
“Buen hombre, dime qué puedo hacer por ti. Pide y lo que pidas te será concedido”
¿Se imaginan al pobre hombre diciendo: “Te pido que te hagas a un lado porque me estás tapando el Sol”? No: pediría casa, comida, ropa, electrodomésticos, muebles, coche, chofer, una computadora, televisión, en fin... estamos muy lejos de los valores taoístas. Condimentamos todo con avidez: desde la comida hasta la diversión... pocos son placeres naturales y sencillos.
Myriam y su comentario a la película me lleva a pensar que si vivimos, como decía ella, atrapados en un mundo de imágenes, difícilmente podemos soltar la imagen que tenemos de todo lo que vemos, y eso nos incluye que difícilmente podremos soltar la imagen que tenemos de nosotros mismos. Ser “la Doctora” o “la señora”, “el director”, “el jefe”, o lo que sea, es un falseamiento radical. Funciona para la vida diaria, pero quien se lo cree, se pierde a sí mismo en la etiqueta. Por que una, o uno, siempre es más complejo, más enriquecedor, mas “más”, que un título, por honorario o por miserable que éste pueda ser.
Podemos saber que vivimos en un mundo de sueños, el cual incluye, por cierto, las pesadillas, cuando aquellos en quienes pensamos –o incluso aquello a quienes vemos- no son complejos, sino que los podemos etiquetar y definir fácilmente. En el mundo real, nada es definible, todo fluye, sí: Heráclito y hasta Cratilo.
Pero si en el mundo real nada es definible, sí puede en cambio ser amable, claro, en el sentido más radical de la palabra. Amable, es aquello que se puede amar. La karuna, la compasión como la entiende el budista, es la aceptación y el amor a uno mismo y a todo lo que existe en toda su complejidad, es lo que puede distinguir la vida, del sueño. Creo… hasta donde voy, eso es lo que creo.
Un ayudante de profesor teóricamente ayuda al profesor a calificar, a dar clases ocasionalmente: así el ayudante aprende a hacerse profesor. Pero mi ayudante se ha convertido en mi maestra. Ella me enseña cosas que muy pocas personas pueden hacerme comprender. Y lo más curioso es que lo hace siempre sonriendo, como si dijera cualquier cosa. Como si recitara una composición sobre los insectos en un concurso de retórica japonesa… Es cuando comprendo lo que es inclinarse ante alguien con agradecimiento y amor: no es un ritual impuesto, sino algo que sale de manera auténtica en contadas ocasiones. Gracias Myr, por tantos años de compañía y de ayuda más allá de aquella que tan puntualmente realizas día con día en la Universidad. Gracias por no conformarte con ser mi ayudante y ser, ante todo, mi amiga.

1 comentarios:

Myriam Constantino dijo...

Paulinín, muchas gracias por estas ciberlíneas, y por un enseñarme otra vez con el ejemplo que no importan los escalones que uno pueda estar arriba, lo importante es no marearse con subirse a un ladrillo.
Para mi es un regalo trabajar contigo y escucharte tan cerca, poder seguir tu trabajo y aprender tanto de ello. Y estoy segura que esto mismo pueden confirmarlo muchos alumnos que como yo, se han acercado a ti y a quienes has ofrecido tu investigación, tu casa, tu tiempo y tu cariño.
Por eso me niego a aceptar que lo que escribes en el blog no es filosofía, pues esto implica reducir el pensamiento a la academia. Y si la filosofía está alejada de todo mundo es también culpa del lenguaje hermético de los filósofos.
Me parece que es una fina cortesía la que dedicas a quienes te leemos al preferir que te entendemos y que nos haga click en nuestro pensamiento y nuestras vidas, a que sea una teoría abstracta pero congruente y sin contradicciones.
Muchas gracias por todo, por las corregidas a tiempo, por tu paciencia,tus palabras y tu ejemplo y por todo lo que nos das en sobreabundancia.

Con Cariño, Myriam

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