Amar las palabras



Los estudiosos de Heidegger son afectos al uso de guiones entre las palabras y las razones no siempre resultan claras. Para Heidegger, como para Eduardo Nicol, los guiones eran útiles para resaltar los significados etimológicos de las palabras, los cuales a pesar de no siempre coincidir con los significados actuales, ayudan mucho a comprender el verdadero significado de algo. Para quienes no lo creen así, analicemos brevemente este ejemplo: sim-bolo y diá-bolo.
Las expresión “sim-bolo” nos deja ver que esta palabra está compuesta por dos vocablos: sim, o más correctamente, sym, y bolé.  Sym podemos pensarlo como “con”, y bolé como un lanzamiento o disparo. El símbolo para los griegos era aquello que al ser lanzado, se conjuntaba. La historia con que podemos ejemplificar lo anterior es en verdad maravillosa; cuando un griego hacía amistad con otro de otra tierra lejana, al despedirse se rompía en dos un madero o un hueso largo, y cada uno conservaba una de las dos partes. Si con el paso de los años alguien de una de las dos familias regresaba con la mitad del madero a la casa del otro, se corroboraba si en verdad coincidían perfectamente, en cuyo caso la persona era recibida en casa si problema, con toda la confianza de una amistad que perdura a través de los años. Símbolo es esa parte a la que la falta la otra, y que cuando se encuentran, coinciden.
Dia-bolé, de donde viene nuestra palabra “diablo”, es lo contrario de sím-bolo: diá alude a algo que está en dos partes, de ahí por ejemplo, el diá-logo es la palabra que va entre dos. Dia-bolé significa aquello que estando en dos partes no puede unirse, es lo contrario del sim-bolé. De ahí que en buen griego la expresión diabolé significara “desavenencia”, “querella” o “desacuerdo”.
En buen castellano tendríamos que concluir que el diablo es lo contrario del símbolo, y así es. Para la cristiandad, que por siglos educó pueblos y forjó significados, el símbolo era aquello que en efecto nos unía a dios, mientras que el diablo era aquello que nos desunía de dios. Pero en algún momento de la historia a la idea de diabolé o diablo dejó de significar algo que nos separa de dios y comenzó a ser personificada en un ser real. Originalmente el diablo era un ente abstracto que nombraba una acción: pelear o seprararse de algo. En la cristiandad esa expresión literalmente tomó cuerpo; el cuerpo de un ser terrible que en su maldad absoluta, podía separar al individuo de un ser maravilloso y su bondad absoluta.
¿No acaso conocer el significado original de las palabras ilumina su significado actual? El uso de guiones cuando se emplea de manera correcta, con un sentido que se apoya en la etimología real de la palabra, ilumina su significado actual. Quien no pueda verlo se pierde de la comprensión de una de las facetas más fascinantes del polémico pensador alemán así como de Eduardo Nicol, el mexicano-español que tanto enriqueció la vida de nuestra Universidad.  


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