domingo,23de
Marx, la navidad y mi instinto de nido. Dedicado a mis alumnos.
viernes,14de
Una tarde de mi infancia
jueves,8de
La Loba
Yo soy como la loba.
Quebré con el rebaño
y me fui a la montaña
fatigada del llano.
Yo tengo dos hijos frutos del amor, de amor sin ley,
que yo no pude ser como las otras, casta de buey
con yugo al cuello; libre se eleve mi cabeza!
Yo quiero con mis manos apartar la maleza.
Mirad cómo se rien y cómo me señalan
porque lo digo así: (Las ovejitas balan
porque ven que una loba ha entrado en el corral
y saben que las lobas vienen del matorral).
¡Pobrecitas y mansas ovejas del rebaño!
¡No temáis a la loba, ella no os hará daño.
Pero tampoco riáis, que sus dientes son finos
y en el bosque aprendieron sus manejos felinos!
¡No os robará; la loba al pastor, no os inquietéis;
yo sé que alguien lo dijo y vosotros lo creéis
pero sin fundamento, que no sabe robar
esa loba; sus dientes son armas de matar!
Ha entrado en el corral porque sí, porque gusta
de ver cómo al llegar el rebaño se asusta,
y cómo disimula con risas su temor
bosquejando en el gesto un extraño escozor...
Id si acaso podéis frente a la loba
¡Y robadle el cachorro! no vayáis en la boba
conjunción de un rebaño ni llevéis un pastor...
¡Id solas! ¡Fuerza a fuerza oponed el valor!
Ovejitas mostradme los dientes. ¡Qué pequeños!
No podréis, pobrecitas, caminar sin los dueños
por la montaña abrupta, que si el tigre os acecha
no sabréis defenderos, moriréis en la brecha.
Yo soy como la loba. Ando sola y me río
del rebaño. El sustento me lo gano y es mío
donde quiera que sea, que yo tengo una mano
que sabe trabajar y un cerebro que es sano.
La que pueda seguirme que se venga conmigo,
pero yo estoy de pie, de frente al enemigo,
la vida, y no temo su arrebato fatal
porque tengo en el mano siempre pronto un puñal.
Los hijos y después yo y después... ¡lo que sea!
aquello que me llame más pronto a la pelea.
A veces la ilusión de un capullo de amor
que yo sé malograr antes que se haga flor.
Yo soy como la loba.
Quebré con el rebaño
y me fui a la montaña
fatigada de llano.
Alfonsina Storni
miércoles,29de
Nietzsche ¿A la venta en el mercado?
Hay eventos de todo tipo: los filosóficos, requieren de un espacio y un público específico. Se pueden –y deben- realizar eventos de difusión de la cultura, como de hecho lo hacen nuestros alumnos de la Facultad: nos llevan al Metro, a los parques, a diferentes lugares públicos para hablarle a la gente. Eso me parece muy bien.
Pero el caso que ha inquietado a algunos estudiantes respecto a filósofos españoles que vienen constantemente invitados por un empresario mexicano, es diferente. No voy a ahondar, podría decir muchas cosas, pero para qué detenerse en lo que resulta indigno. Yo ya dejé por escrito en una entrada de este blog lo que pensé cuando participé en un evento sobre Nietzsche organizado por el empresario Martínez Cisterna. No pienso volver a hacerlo porque no me agradan ese tipo de eventos, aunque creo que él y su esposa son buenas personas, a pesar del ansia de protagonismo del mencionado empresario. Ser buena persona o buen industrial no te hace un buen filósofo.
Ahora; hay objeciones éticas y yo la plantearía de esta manera:
1. Creo que se daña a la filosofía en México al presentar una imagen que no corresponde a la realidad. En nuestro país no sólo en la UNAM, sino en otras instituciones públicas, hay especialistas que han sido ignorados: no es mi caso, pero el nivel de la filosofía en México no puede ofrecerlo un empresario, por bueno que sea como tal. Ni hace falta tampoco crear esos escenarios empresariales trayendo extranjeros para hacer filosofía: es hasta ofensivo.
2. Por otro lado, se está dando una idea errónea de un filósofo como Nietzsche al ofrecerlo a un público que no es capaz de comprenderlo. Nietzsche es bastante complejo y no debemos olvidar los verdaderos estragos que puede causar una mala interpretación de este filósofo.
3. Por último, a mi modo de ver México no está recibiendo con estos eventos lo que en verdad requiere. Le haría falta mucha más y mejor educación primaria, secundaria y preparatoria, y sobre todo más educación ética laica. ¿Qué pasaría si los miles y miles que se gastan en este tipo de eventos, se invirtieran en darle un mejor nivel de vida y educación a cientos de mexicanos que no la tienen?
Concluyo con estas reflexiones: la responsabilidad ética de todo filósofo y de todo profesor de filosofía debe ser con la enseñanza y la investigación.
El diálogo fructífero de los filósofos debería encontrarse en las universidades, y cualquier acto altruista posible por parte de los empresarios, debería dirigirse a los más necesitados de educación primaria, secundaria y preparatoria.
De ahí en fuera sólo me queda la nostalgia de ver aparecer en la sección de “Empresas y anuncios de compra-venta” a amigos filósofos que he amado, leído y respetado. Los seguiré amando, pero cómo quisiera tomarles de los hombros y decirles algo que por cierto, viene de la pluma del mismo Nietzsche:
“Huye, amigo mío, a tu soledad! Ensordecido te veo por el ruido de los grandes hombres y acribillado por los aguijones de los pequeños. El bosque y la roca saben callar dignamente contigo. Vuelve a ser igual que el árbol que amas, el árbol de amplias ramas: silencioso y atento pende sobre el mar. Donde acaba la soledad, ahí comienza el mercado; y donde comienza el mercado, allí comienza también el ruido de los grandes comediantes y el zumbido de las moscas venenosas”.
jueves,5de
Schopenhauer en Chiconcuac
Estas vacaciones, para descansar de leer siempre lo mismo, me dio por dedicarme un poco a Schopenhauer. Hacía más de diez años que leí y resumí “El mundo como voluntad y representación” y nunca había vuelto a interesarme mayormente por releerlo. Esta vez me aboqué a los “Parerga y Paralipómena”.
Y ahí estaba yo, leyendo tan campante… comenzó a gustarme, a picarme, leía ya con avidez y al mismo tiempo pensaba: “¡Qué forma de escribir de este hombre! ¡Qué maravilla!” Y también al mismo tiempo sentía: “Debería terminar de calificar en lugar de estar leyendo, pero no más un poquito más y ya…” Por su parte mi taciturno compañero tuvo que zamparse párrafos enteros, pues en mi entusiasmo, abusando de nuestro reencuentro en Chiconcuac, le pedía que escuchara lo que este genio había escrito... Y así no más de repente, así como si nada, leo:
“Pues en el mundo no se tiene mucho más que la elección entre soledad y vulgaridad. Los hombres más sociables de todos suelen ser los negros, que son también los de menor categoría intelectual: según informes procedentes de Norteamérica aparecidos en periódicos franceses (Le commerse, 19 de octubre de 1837), los negros, tanto libres como esclavos, se recluyen juntos en un gran número dentro del lugar más angosto, porque no pueden ver repetida con suficiente frecuencia su negra cara de nariz chata.”
De entrada no pude decir nada: fue como una bofetada. Al igual que Kant, Schopenhauer expresa su desprecio por la raza negra así no más: de pasada. Como quien oye llover, como quien no dice nada.
A falta de algo que decir, comencé a maldecir. Maldije a los filósofos que encubiertos en su inteligencia esgrimen armas para el racismo. Pensé con dolor en Tony Morrison y en el fantástico mundo de colores en que me sumergen sus obras, en mi amor por la raza negra cuya cultura siempre me ha parecido maravillosa, de una riqueza interminable. Maldiciendo rayé la hoja y después de un par de adjetivos altisonantes, escribí: NO LEO MÁS.
Cerré el libro y me di a la tarea de organizar mi espacio físico para con base en él organizar mi mundo interior. Eso hago siempre: comienzo por ordenar mis condiciones materiales reales y de ahí surge lo demás. Pero esta vez al concluir mi faena, Schopenhauer seguía molestándome. Escribo para trabajar esa molestia.
¿Qué decir? Al comentarlo con un grupo de universitarios, rápidamente uno me dijo que “hay que comprender la situación histórica de cada pensador, porque bla bla bla…” ¡Situación histórica madres! le dije. En su tiempo y antes de él, ha habido defensores de la libertad y de la igualdad ontológica de los seres humanos. Y aclaro: ontológica, porque lamentablemente de facto los seres humanos vivimos en situación de desigualdad permanente. Pero ontológicamente somos lo mismo.
Siempre ha habido defensores de la igualdad ontológica y defensores del racismo: siempre. Ya basta de justificar a Schopenhauer, a Platón o a Heidegger: hacer justicia es decir lo que está ahí escrito. Tanto Kant como Schopenhauer menosprecian la raza negra en particular; tanto Aristóteles como Platón justificaron la esclavitud, tanto Heidegger como el 90% de Alemania fue nazi. Digámoslo: eso así fue.
Y mucho, mucho antes que todos ellos, hubo filósofos que se negaron a aceptar la superioridad de un ser humano sobre otro por motivos raciales, filósofos que se negaron a justificar la esclavitud a pesar de vivir en sociedades esclavistas.
Estoy harta de ver justificar lo injustificable. El eurocentrismo de muchos filósofos apesta a podrido. Y la única forma de verlo, es notar cómo en todos los tiempos, al menos desde el siglo VI a.c., con Buda y Sócrates a la cabeza, han existido pensadores que no tomaron esa vía y que a pesar de haber surgido en sociedades esclavistas, defendieron la igualdad.