Deseo y plenitud: yu /zhi zu en el Daodejing
El
daoísmo, o como solía conocérsele, "taoísmo", es es una mezcla de muchas y muy
variadas tradiciones que abarcan desde el folklore y el esoterismo, hasta la
literatura, la poesía, el arte y filosofía. Por si
esto fuera poco, también abarca prácticas como la meditación, la medicina o el
yoga. Por ello no podemos hablar del Daoísmo en general: la multivocidad del
concepto no nos permite hacerlo.
En
este escrito me ocuparé únicamente de un
aspecto: el filosófico. Y como
seguramente lo veremos, esta no es tampoco una tradición unitaria ni uniforme: del Daodejing (o el Laozi, como a veces se
le nombra en honor a quien se supone haberlo dictado) al texto atribuido a Liezi,
traducido usualmente como El libro de la
perfecta vacuidad, existen no solo diferencias, sino francas
contradicciones. De ahí que para hablar del daoísmo filosófico debamos aclarar
de qué daoísmo estamos hablando. En esta ocasión, me referiré únicamente al
daoísmo del Daodejing, conocido hasta
hace algunos años como el Tao Te King.
Uno
de los conceptos de esta obra que más fácilmente atrapa al filósofo educado en
la tradición occidental es el de deseo.
“El deseo es la esencia del hombre”, decía Spinoza. Pero esa frase es
solamente un botón de muestra de la forma en que el deseo ha sido comprendido por
Occidente. Nada más lejano al Laozi que la concepción occidental del deseo, la
cual comienza a formarse en el pensamiento de Platón, y conlleva la idea de la
insuficiencia humana. Yo me atrevería a decir que la idea de la
insuficiencia humana ha sido la piedra angular sobre la cual se ha construido
la cultura occidental. Hoy en día, en torno a ella teje la publicidad sus
redes, inoculando deseos en el individuo e impulsándolo a satisfacerlos para
ser “felices”. Desde esta concepción el ser humano vive inevitablemente
envuelto en los deseos que surgen de su carente ser en búsqueda de su satisfacción.
Como veremos, esta idea, como muchas otras, es de origen griego alcanza su más
clara expresión en El Banquete de
Platón.
En contraste con ello la concepción del deseo
en el daoísmo del
Daodejing conlleva
la idea de dejar de lado los deseos o al menos tener pocos deseos. ¿Qué implica
esa ausencia de deseos y cómo se logra? En este trabajo pretendo apuntar hacia
una posible respuesta a través del enfrentamiento de ambas posturas: la
occidental, representada por
El Banquete
de Platón, concretamente los discursos de Aristófanes y Sócrates, y la daoísta,
a través de los conceptos
wu yu y
zhi zu, que considero se complementan y
explican uno al otro.
La
exposición por lo mismo se dividirá en dos partes; primeramente expongo la
propuesta platónica, y después me concentro en estos conceptos como aparecen en
el
Daodejing, y es esto lo que conforma
la parte central del trabajo.
Primera parte: Poros y Penia
Los dos mitos de los que aquí hablaremos fueron contados en un banquete
en el cual se decidió hacer un elogio al amor. Nos interesan estos mitos porque
para ambos el amor va a ser fruto de un estado de carencia en búsqueda de
completud y, como lo dice Platón en on 193a: “Tou holou oun tee
epithumía kai dioóxei éros ónoma”: “amor es el nombre para el deseo y su
persecución”.
El mito aristofánico sobre el amor cuenta que la naturaleza primitiva
del ser humano eran tres los géneros: masculino, femenino y un tercero que
participaba de ambos, llamado "andrógino", es decir
"hombre-mujer". Esos tres géneros estaban formados por dos personas:
dos mujeres, dos hombres o un hombre y una mujer. Aquellos seres que a nuestra
mirada podrían llamarse “dobles”, eran seres terriblemente fuertes, tanto que
atentaron contra los dioses, lo que les costó que Zeus les cortara en dos. A
partir de que la naturaleza humana quedó cortada en dos, cada mitad quedó
condenada a ir en busca de su otra mitad. En este mito aristofántico el amor
surge de la insuficiencia humana: a partir de que ese poderoso ser fue partido
en dos, no se bastó a sí mismo y quedó confenado a encontrar otro ser humano
que le completara en su unidad inicial. De esta manera los griegos podían
explicar la incesante búsqueda de un pareja propia de las relaciones ya sea
heterosexuales u homosexuales: es el sentimiento de carencia el que hace
aflorar el deseo por el otro.
Pero ese sentimiento de carencia, en el discurso de Sócrates se torna
aun más agresivo. Sócrates cuenta que el nacimiento de Afrodita fue festejado
por los dioses con un banquete; a él asistía Poros, la abundancia. Pero al
terminar el festín se presentó a mendigar Penía; la penuria, la miseria. Penía
se aprovechó del sopor en el que dormía Poros y concibió un hijo, que fue el
amor. El amor pues, es hijo de Poros y Penía; de la abundancia y la pobreza. El
amor, florece y vive con abundancia de recursos, para morir después en la
penuria y volver a revivir, para volver a morir: el amor puede ser por ello
infinita alegría, plenitud y vitalidad, pero puede ser también infinito dolor,
carencia y muerte.
El mito de Poros y Penía es una amplificación genial de la propuesta de
Aristófanes llevada a cabo por Platón (o quizá en efecto por Sócrates, o quizá
en efecto por Diótima). Esa búsqueda aristofánica de una pareja para encontrar
la plenitud, es amplificada por Sócrates a todo el quehacer humano: todo cuanto
hacemos surge del deseo tan poderoso como vano, de encontrar abundancia y
satisfacción. Pero ésta, dice Sócrates, nunca es definitiva pues somos hijos de
la penuria y gracias a ese inevitable retorno a la insatisfacción, el ser
humano hace todo cuanto hace. Para Sócrates toda cultura o creación humana
responde al sentimiento de esa carencia básica producida por el constante deseo
su satisfacción y el regreso al estado de
insatisfacción constante.
Es gracias a la carencia que surge el deseo, y gracias a éste, surge
absolutamente todo cuanto conforma la humana existencia, por lo cual hemos de
estar agradecidos tanto a la carencia como al deseo que desde ella surge.
Platón está diciendo lo que después diría Spinoza, “el deseo es la esencia
humana” pues, como lo hemos indicado, para él eroos, el amor, es el nombre para
el deseo.
Segunda parte: Wú yù,
zè zhī zú
A lo
largo del dessarrllo de la filosofía, ciertos conceptos clave han sido
idealizados y han opacado otras ideas que pueden ser esclarecedoras para un
pensamiento. Pensemos por ejemplo en Nietzsche, en cuyo caso conceptos como
“voluntad de poder” o “Eterno Retorno” han acaparado la atención de sus
exégetas y se han dejado de lado conceptos como el de “sobreabundancia”, que explica
a fondo la propuesta ética nietzscheana. Esto también ha sucedido con textos
como el Daodejing. Conceptos como wu wei, wu yu, y muchos otros, han ocupado páginas de los grandes
estudiosos, y otros conceptos igualmente importantes han sido lateralizados.
Tal es el caso, a mi modo de ver, del concepto 知足 (zhī zú), que usualmente se traduce como “saber
contentarse” o “saber conformarse”, pero si no se explica lo que ello implica,
se pierde de vista por completo esa propuesta daoísta.
Si
tomamos en cuenta que vivimos en un mundo que constantemente nos bombardea para
inocularnos deseos sin que siquiera lo notemos, será fácil ver que, como lo ha
dicho Remo Bodei
esa vorágine de deseos y el excesivo valor que se les otorga nos hace
fácilmente olvidar quienes somos y cuál podría ser ese único deseo, esa gran
pasión por la que estamos dispuestos y deseosos de vivir. Le idea de 知足 (zhī zú), saber contentarse, resulta entonces fundamentar
para enfrentar un mundo como este.
Considero
ese concepto tan importante como el conocido concepto clave 无欲
wu
yu: no desear. Ambos
conceptos de hecho son complementarios uno del otro y se explican mutuamente,
como pretendo demostrar a continuación. Comenzaremos
por una breve exposición del concepto de deseo en el capítulo inicial del
Daodejing. En éste, se considera que hay dos formas de vivir la vida:
la primera es en la que nos todos vivimos pragmáticamente. Gracias a la
presencia del deseo, nos enfocamos hacia las cosas, logramos metas, les damos
un nombre, una definición (una de- finición), esto es: un fin en el sentido de
delimitarlas, de ponerles un límite. En el ámbito de la vida diaria, así como en el de la ciencia y la
tecnología, se requiere de un conocimiento que nos permita “funcionar” con lo
que los griegos llamaron ta prágmata: un
conocimiento práctico y pragmático que premita definir y diferenciar un ente de
otro. Ese es el conocimiento que se tiene con la intencionalidad del deseo, you yü.
En ese sentido podríamos decir que para Laozi existen dos formas
diferentes de conocer el mundo, que se fundamentan en dos posibles formas de
conciencia: en una, you yu: con
deseos, nos dirigimos a los entes a través de los deseos que proyectamos sobre
ellos, y por lo mismo lo hacemos de manera intencional y pragmática. En otra, wu yu: sin deseos, los entes dejan de
ser objetos de nuestros deseos y por lo mismo no hay intencionalidad alguna para
con ellos.
Es fundamental señalar que este texto no condena ninguna de estas dos
formas de conocimiento: tan solo las describe. Y es importante porque muchas traducciones
al castellano corren el riesgo de darle un viso ético a esta cuestión. Sucede
esto sobre todo en las traducciones sesgadas por el cristianismo, que al
traducir yu como deseo asumen el
deseo como algo negativo de lo cual es preciso huir. Desde esas traducciones
Laozi estaría diciendo que solo a través de la negación de los deseos o de su
aniquilación, es factible conocer las realidades últimas, mientras que viviendo
con permanentes deseos, se conoce una realidad limitada.
Esto suena místico y hasta mágico al oído occidental, pero no parece ser el
sentido que el Daodejing pretende
expresar.
Tomemos nota de que hablamos de un concepto clave para una buena comprensión
del Daodejing. En efecto, lo correcto
es traducir yu como “deseo”. Pero el
riesgo radica en asumir la concepción cristiana del deseo, o si se quiere,
asumir la concepción fedónica del deseo, que es la que permeó el cristianismo.
En efecto, Platón en su Fedón propuso
una cierta concepción del ser humano y sus deseos que luego matizó en textos
posteriores, como en La República.
Pero como lo ha señalado Dodds en su ya clásico Los griegos y lo irracional, esta concepción fedónica fue la que
permeó Occidente a través del cristianismo. Y en ella el deseo aparece como
algo cuyo origen radica en el soma y es completamente ajeno a la psique. La
fuente de los deseos en el Fedón es el
cuerpo, el cual no conduce al conocimiento y por lo mismo es preciso alejarse, en
palabras de Platón, de “el cuerpo y sus males” para cultivar “la santidad de la
psiqué”.
Todo esto nos conduce a cuestionar que el concepto yu pueda traducirse como “deseo” sin más. La idea judeocristiana de
deseo no atina al sentido que este texto chino pretende resaltar, a saber: que
existen dos formas diferentes de conocer el mundo. En una de ellas, como decía,
you yu, (con deseos) existe la
intencionalidad propia del deseo, que lleva al individuo a conocer las cosas de
manera limitada: el individuo conoce el objeto de acuerdo a la intencionalidad
previa con que lo enfrenta. Esta manera limitada de conocer el mundo no implica
algo negativo: indica simplemente que al conocer las cosas con un deseo
intencional, el individuo limita, de-limita, esto es: de-fine su objeto de
conociminto. Como lo dice el renglón VI del primer capítulo siguiendo el orden
de Wang Bi: “La permanente presencia del deseo sólo deja ver la limitada
apariencia, los límites de las cosas.”
Aquí debo aclarar que, siguiendo la escuela de Liljana Arsovska y de
Roger Ames, traduzco you por tener y wu como la negación de tener. De acuerdo
a estos sinólogos, expresiones como el ser y la nada son ajenas al mundo chino,
y la diada you/wu se refieren a haber
o no haber, tener o no tener, en este caso, deseos. En este punto, por
supuesto, no existe un acuerdo unívoco: Anne Helene Suárez traduce esta diada
you/wu como “el ser” y “la nada”. Por su parte Iñaki Preciado opta por ambas
traducciones: para las versiones tardías emplea la diada ser/no ser, mientras
que para la versión de Mawangdui opta por la idea ya expresada, común
a Liljana Asovska o a David Hall y Roger Ames, que consideran que you/wu se refiere a tener o no tener
deseos. Resulta evidente que toda una obra de este tipo puede depender de la
traducción de uno de sus conceptos capitales. Acá nos referiremos a you/wu en relación a yu, esto es: tener o no tener deseos.
Retomemos pues la siguiente idea: al tener deseos, se conoce el mundo de
manera intencional. Por otra parte, conocer sin deseos, sin intencionalidad (wu yu) conduce a un tipo de conocimiento
que no de-limita, que no de-fine las cosas, sino simplemente las contempla tal
y como aparecen ante la vista. Ames y Hall hablan para ello de objetless desire, esto es, de deseos sin
objetivos y por lo mismo sin intencionalidad. Y acá me atreveré a citar un
breve fragmento de mi correspondencia con Roger Ames, que me parece
explicativo:
In our treatment of
the Laozi, Hall and I suggest that wuyu is best
understood as "objectless desire". Such an interpretation is driven
by the fact that in the Laozi, we often find that the same term is used in a
good way and in a bad way…
So I think that we need
to ask the question: What kind of desire? And your answer--the kind that
reflects contentment--is a good one. One more consideration might be that
desire that does not "objectify," classify, evaluate, and seek to
"possess" or "reject" things is a disposition that allows
us to enjoy the world around us in an optimum way.
Se trata pues de dos formas de ser en el mundo y de dos formas
diferentes de conocer el mundo. En una el individuo se deja guiar por todo tipo
de deseos, y de manera intencional aplica sus facultades para lograr
satisfacerlos. En otra el individuo hace a un lado toda intencionalidad posible
y conoce las cosas desde otro ámbito que no define, no categoriza, simplemente
contempla.
El hecho de que ambas sean necesarias resulta evidente si pensamos que
en la vida diaria, así como en el ámbito de la ciencia y la tecnología, se
requiere de un conocimiento que nos permita “funcionar”: un conocimiento práctico y pragmático que nos permita definir y
diferenciar un ente de otro. Ese es el conocimiento que se tiene con la
intencionalidad del deseo, llamado en chino you
yu.
Pero cuando se trata de dirigir la mirada hacia el sentido de la propia
existencia, de poco sirven los nombres o los análisis que todo lo etiquetan. A
eso se refieren los dos primeros renglones del capítulo I del Daodejing:
aquello que podemos definir y nombrar, no es permanente. Tenemos que pensar entonces
en la existencia de otro tipo de conocimiento que resulta imposible nombrar:
para Lao Zi es un conocimiento al que podemos acercarnos wu yü: sin intencionalidad, sin deseo. Porque sin deseos no se nombra,
no se establecen los límites de los objetos ni se analizan con una finalidad
pragmática en la vida, sino simplemente los contempla.
Quizá podamos comparar el modo de conocimiento wu yù sin deseos, como
una forma pre-conceptual de conocimiento: se trata de algo similar a aquel
momento que Heidegger llamó alétheia:
el conocimiento preteórico que consiste en desencubrimiento, conocimiento que
aun no etiqueta ni define las cosas, sino simplemente se sorprende ante ellas.
Hasta ahora hemos hablado de dos formas de conciencia en el sentido más
general del término, esto es, nos hemos referido a dos formas de conocer el
mundo. Pareciera que nos hemos centrado en epistemología más que en ética. Pero
todos sabemos que la filosofía es una totalidad no fragmentada: lo que
propongamos en un área permea y colorea de inmediato toda la red filosófica que
sólo por cuestiones didácticas hemos dividido en ética, estética o
epistemología. En otras palabras, toda afirmración epistemológica tiene
implicaciones éticas inmediatas. ¿Cuál sería pues la implicación ética de estas
dos formas de conciencia? Y más concretamente: ¿De qué nos habla la forma de la
existencia wu yü del daoísmo? ¿Podría
existir -y en qué consistiría- una vida no intencional?
Este tipo de conocimiento y acción resulta sumamente interesante cuando se
aplica a la identidad individual y al sentido de la propia existencia. Sin la
intencionalidad propia del deseo, el individuo puede conocer las cosas y
conocerse a sí mismo de una manera diferente. En el lenguaje de Heidegger, es
como dar un paso atrás y permitir que simplemente se manifieste lo que es sin
definirlo o delimitarlo; aceptar lo que es tal y como aparece ante la vista sin
pretender cambiarlo, sino tomarlo tal y como aparece ante el individuo que
conoce. Tomando en cuenta todo esto, podríamos decir que wu yü (sin deseos) es el tipo de conocimiento a través del cual sin
intencionalidad, de manera meramente contemplativa, se conocen las cosas tal
cual aparecen ante la vista.
Las funciones propias de este tipo de conocimiento nos remiten a la aisthesis: a la percepción sensible a
través del cuerpo. Pero para ello se requiere educar esta facultad. No nos
referimos entonces a las cosas tal y como aparecen a la vista de cualquiera,
sino ante la de aquel que ha educado su sensibilidad. En ese sentido todo
parece depender de lo que entendamos por aisthesis,
y por su derivado “estética”, y por lo mismo todo dependerá de la manera en que
concibamos o valoremos la percepción sensible de algo. La tradición
nietzscheana y heideggeriana implican una muy fuerte valoración de la aisthesis. Ésta no será ya “mero”
conocimiento sensible, sino la forma más pura e inmediata de conocer el mundo.
De manera similar, para el daoísmo la percepción estética de algo no es
“mera” percepción sensible. La distinción entre you yü y wu yü remite a
la distinción entre el conocimiento racional y otra forma de conciencia que no
es racional, pero tampoco es meramente
sensible, sino que es educadamente
sensible, e implica una apertura de las puertas de la sensibilidad. Esto que es
tan evidente en Nietzsche, resulta patente en Lao Zi si tomamos en cuenta que
para él, el puro conocimento sensible, abruma al ser humano: los cinco colores,
los cinco sonidos, los cinco sabores -dice- ofuscan el hombre.
No se trata, insisto, de conocer a través de los sentidos, sino de una apertura
diferente de las puertas de la percepción: sin deseo, sin intencionalidad
alguna, percibimos el mundo a través de los sentidos, pero de una manera
diferente a como se percibe cuando hay intencionalidad.
Por todo lo anterior este conocer las cosas de manera educadamente
sensible y sin etiquetar no implica para el doaísta un “primer paso” en la
cadena de conocimiento -como lo implicaría para Platón- sino que remite al más
elevado eslabón de ella. No es conciencia “meramente” sensorial, ni conocer a
través de los sentidos del “mero” cuerpo, sino conocer con el cuerpo
completamente despierto. Estas ideas daoístas tuvieron seguramente que
encontrar un muy fuerte eco cuando el budismo llegó a China. El pensamiento
Chang, surgió precisamente de estos ecos y afinidades que encontraron el uno
en el otro, y que después dieron origen al pensamiento zen.
Hasta ahora hemos hablado de un conocimiento sin deseos: wu yu. Me interesa hacer notar que
estamos ante una formulación negativa gramaticalmente hablando: wu, es no, sin, es una partícula
negativa. El ideograma wu indica algo que no
hay que hacer: no hay que desear permanentemente algo wu yu. Hay que vivir sin permanentes deseos heng wu yu. Wu, traducido como no o sin, permite ver
que esta propuesta habla de algo de lo que hay que carecer, de algo en lo cual
no se debe caer: heng yu: los constantes
deseos. Ese, queda claro, no es el camino. Pero cuando una propuesta aparece de
manera negativa, deja al individuo sin una aclaración, preguntándose: “Si esto
no, entonces, ¿qué si?” En efecto conviene vivir sin permanentes deseos, pero ¿cómo
lograrlo y qué se propone en lugar de ello?
La respuesta a estas preguntas aparece en la formulación positiva de
esta misma idea, que a mi modo de ver es una de las propuestas más radicales
del Daodejing y se concentra en dos
ideogramas: 知足, zhī zú,
saberse contento. A diferencia del que logra este contento, el que
no sabe estar contento desea siempre algo más, vive heng you yu; con
constantes deseos, y por lo mismo vive siempre carente. Porque el que
constantemente desea algo, una vez que lo ha obtenido, deseará algo más. Y una
vez obtenido ese “algo más”, deseará algo, más, y más… y así hasta su muerte.
En la
expresión zhi zu se traduce
literalmente como Saber (zhi) contentarse (zu). El ideograma a analizar es 足zu, ya que es
aquello que se ha de aprender. Este ideograma indica un pie: en los
caracteres más antiguos, conocidos como caracteres oraculares en huesos, u
“Oracle bone script” se
encuentra la forma curvada de una articulación y la antigua forma de escribir
“pie”:
Posteriormente en los caracteres conocidos
como “del pequeño sello” o Small Seal
script, el
ideograma aparece ya integrado:
En la forma moderna, 足 zu sigue siendo
definido por el diccionario HanDian, que recaba numerosas fuentes antiguas,
como “foot, satisfy, enough” (pie, satisfacer, suficiente). Hay entonces una
relación entre estar de pie, tenerse en pie y estar pleno, contento,
satisfecho, suficiente.
Veamos pues cómo aparece el ideograma zu en el Daodejing. Este ideograma se encuentra en varios capítulos y en todos
conserva un significado afín. En 17, 19, 23 y 44 aparece negado: 不足pu zu para indicar algo que
no marcha, que no camina o no se sostiene. En 28 aparece
por vez primera sin negación: 常德乃足 (cháng dé nǎi zú): Cuando
el
德dé – la virtud- es permanente, hay suficiencia, plenitud.
En 33 aparece la idea fundamental:
知足者富 (zhi zu zhe fu)
el que
sabe contentarse es rico. El
Chinese Text
Proyect traduce: “He who is satisfied with his lot is rich”: “Aquel que está
satisfecho con lo suyo, es rico”. Por su parte Roger Ames y David Hall
traducen: “To know contentment is to have wealth”: conocer el contento, es ser
rico en recursos”
. Anne
Hélène Suárez traduce: “Saber contentarse es ser rico”. Hay una gran
coincidencia en la traducción de esta idea, la cual, como enseguida veremos,
encuentra su explicación puntual en el capítulo 46,
donde a renglón seguido se leen las dos
propuestas que he asociado: la actitud humana ante el deseo y la posibilidad de
saberse contento.
Este parágrafo 46 es de los pocos que
presentan un cambio significativo entre las tres versiones fundamentales: Goudian, Mawandui y las versiones más tardías. Aquí me apegaré a la
versión de Goudian y me parece necesario justificar las razones que
tengo para ello.
En el texto de Goudien (el más antiguo de los
tres) no aparecen las dos líneas iniciales que aparecen en Mawangdui y que
permanecerán en versiones tardías.
Pero
el cambio que más afecta la idea es que la última oración aparece perdida en
las copias de Mawangdui y reaparece de manera diferente en versiones
posteriores. Esto ha llevado a algunos sinólogos a considerar que esa línea fue
reconstruida en versiones posteriores y que la copia de Goudian es la más
auténtica y explica con más claridad toda esta idea.
Así,
en Goudien (A3) leemos:
El más grande de los males, es tener muchos deseos;
el más doloroso de los defectos, es la ambición,
la mayor de las desgracias, es no saberse nunca contento.
El verdadero contento es saber contentarse; ése es el contento
perdurable.
Ergo: el verdadero contento es simplemente
saber contentarse: no se logra haciendo nada en particular, sino precisamente
dejando de hacer, dejando de desear. El que aprende a contentarse deja de ir de
la penuria a la abundancia, porque deja de ir del deseo a su satisfacción.
¿Es posible esto? En esto,
como en muchas otras cosas el Daodejing
parte de un elemental sentido común. Se trata de una idea tan simple, que
resulta terriblemente difícil de comprender. Se trata simplemente de no
aferrarse a demasiados deseos, de no caer en la avidez y la ambición. Y para
ello no es necesario “desear no desear”, sino simplemente saber contentarse con
lo que hay. Esto eliminaría la conocida paradoja que dice: “si se desea no
desear, ya se está deseando algo”. El verdadero contento no es desear no
desear, sino más bien se logra al dejar de desear a través de simplemente dejar
de lado los deseos y saber contentarse. Zhi
zu: saber contentarse, es así una idea capital que explica y apuntala otras
ideas del Daodejing, como lo es la
más que conocida idea de wei wu wei:
actuar sin actuar, o como lo ha traducido Edward Slingerland “effortless action”.
Pero ese sería tema de otra conferencia, y no puede ser tratado en la presente.
Epílogo
Un grupo de alumnos con quienes mantuve relación cercana hace algunos
años, compartió conmigo la experiencia que motivó este texto. Ellos me
relataron cómo decidieron llevar a una retirada comunidad indígena educación y
servicios elementales para vivir. Aquella comunidad vivía en relativa armonía:
educaban a sus hijos a su manera, se curaban por medios diferentes a los nuestros,
y satisfacían sus necesidades básicas a su modo a través de lo que producía la
tierra.
Esa relativa armonía cedió paso cuando este
grupo de bien intencionados jóvenes decidieron brindar el avance de la
civilización a esa comunidad. Junto con los innegables avances de los servicios
médicos y educativos, llegaron también sus grandes vicios: los pobladores
aprendieron a desear tener más y más. Hoy, según me dice la alumna con la que
aun conservo contacto, a los miembros de esa comunidad les gusta usar de
preferencia ropa de marca, relojes de moda, aparatos de sonido, televisiones y
en general han aprendido que ciertas posesiones dan más prestigio que otras. Su
música, sus hermosos poemas musicales, están siendo lateralizados para dar paso
a música extranjera que se expresa en un idioma que no comprenden, pero que
también da un cierto toque de distinctión. Cuando comencé a estudiar el Daodejing, me parecía más y más que
aquella comunidad había perdido su Dao, su curso, como traduce Anne Helene, su camino
o sentido. Me pareció que había olvidado lo que es saber contentarse con lo que
hay, saber ser feliz.
Desde este experiencia, vivida a través de los
relatos de mis estudiantes, surgió este escrito. Pero la idea terminó de tomar
forma cuando conocí una frase de Emile
Henry que se difundió ampliamente por internet sin prestar mayor atención a su
creador. Emile Henry fue un terrorista condenado a muerte por atentados que
mataron a civiles en Francia a principios del siglo pasado. Ahora es recordado
por una idea: y que Emile Henry sea recordado por una idea y no por sus actos
terroristas es casi una metáfora de lo poco que se logra por medio de la
violencia y la contrastante perdurabilidad de las propuestas ideológicas. Esa
idea podríamos parafrasearla un tanto libremente de esta manera: “Hemos creado
un sistema económico que nos manipula para trabajar sin parar y poder así
gastar dinero en cosas que en realidad no necesitamos pero creemos que deseamos.
De esa manera, el sistema nos incita a crear falsas imagines de nosotros mismos, imagines
deseables, para así impresionar a otros, a otros que en realidad ni siquiera
nos importan.” De cara a esta desencarnada verdad, ¿no resulta fundamental
intentar una manera diferente de vivir, en la cual seamos más capaces de sentir
contento ante lo que es?
Pero podríamos objetar ¿Cómo proponer el
“saber contentarse” cuando el mundo está de cabeza? ¿Debemos contentarnos con
la injusticia, con la violencia, con la pérdida de la solidaridad, con el abuso
de los poseedores de grandes fortunas y su indiferencia ante el hambre? La
respuesta es clara: ese mundo es el fruto de no saber contentarse. No se trata
de resignarnos ante la injusticia o el abuso, sino de que ésta deje de existir.
En esto, como en muchas otras cosas, Wang Bi ha
sido el más grande intérprete del Daodejing:
él supo muy bien que el Daodejing es
ante todo un tratado político al estilo de El
Príncipe de Maquiavelo, solo que envuelto en un espíritu opuesto a aquél. El
Daodejing era una indicación para los
poderosos, para los poseedores de grandes reinos o grandes fortunas: siempre se
puede desear más, y nunca se estará contento. Sólo se está contento cuando se
dejan de lado los deseos y se aprende el contento.
En ese sentido esta propuesta no es para el
pueblo, sino para aquellos que dominan el mundo. El Banquete platónico describe la humana
imposibilidad de conocer el contento y la plenitude permanente. Hay una
carencia básica que impulsa al ser humano a través del deseo a buscar algo
fuera de sí, ya sea otro ser humano, como lo sugiere Aristófanes, u otro algo
que satisfaga esa básica carencia. El Laozi estría de acuerdo con la idea de
que el ser humano se encuentra atrapado en el mundo de los constantes deseos:
pero no porque el deseo sea parte de la esencia humana, como lo pensó Platón o
como lo diría Spinoza, sino porque el ser humano ha quedado atrapado en la red
de los deseos. De manera contraria a Platón, el Daodejing no se conforma con esa manera de ser ni considera que
seguir la pista a los deseos sea el camino hacia la plenitud. El Daodejing considera que la plenitud se
logra cuando cesa la necesidad de satisfacer deseos, idea que lo acerca considerablemente
a la propuesta budista.
Ambos, Platón y Laozi, consideran que los seres humanos están expuestos
a constantes deseos, pero el Platón de El
Banquete simplemente acepta que esa es la naturaleza humana: vivir
oscilando entre la penuria y la abundancia. El Daodejing propone en cambio una manera alternativa
para lidear con los deseos: aprender (知 zhī) a contentarse (足zú) y encontrar la plenitud en uno mismo.
Para el Daoísmo el
deseo no es la naturaleza propia del hombre: es una trampa en la cual el ser
humano ha perdido su naturaleza. Termino con una pregunta-guía que acaso pueda
ayudar a tener una postura propia ante este pensamiento: Si toda la humanidad viviera
de acuerdo a este ideal daoísta: ¿tendríamos o no tendríamos un mundo mejor que
el mundo actual?
Para el texto poatónico me
basaré en la edición castellana de la Biblioteca Clasica Gredos y la edición
griega en la de la Universidad de Oxford. Con respecto al Daodejing, aunque mencionaré varios capítulos me referiré
básicamente al capítulo 46, en las
traducciones de Ames & Hall para el inglés y las de Carmelo Elorduy, Iñaki Preciado y Anne Helen
Suárez para la version castellana. En lo que respecta al chino, del cual con
dificultades descifro algún ideograma, he empleado el diccionario Han Dian, que en la lengua inglesa se
conoce como el Chinese
Characters Dictionary.
En 17, la expresión es 信不足 (xin bu zu) la confianza no marcha., es “no marchar”, no avanzar. (Checar
Ames). En 19, se dice que 文不足
(wen bu zu), 文 (wen [When]) decayó, no marchó. En 23, 信不足 La confianza no marcha. En 44 es el
mismo sentido que los primeros: bu zu: no basta, no es suficiente.
Iñaqui (¿?) traduce: 3. Saber contentarse, riqueza.
Anne Helene (¿??) traduce: Esforzar en avanzar es tener voluntad; saber
contentarse es ser rico.
Se trata de dos oraciones que indican el
desquiciamiento del mundo cuando no reina el Tao: “Cuando el Tao reina en el
mundo, los corceles acarrean el estiércol. Cuando no reina el Tao, aun las
yaguas paren en el campo de batalla.” (Iñaki) Esto es: cuando reina la armonía
los animales se emplean para colaborar en el cuidado de la tierra acarreando el
estiércol que la fecundará. Cuando el Tao no reina, hasta la más íntima y
delicada labor de un animal, como lo es el parir hijos, sorprende a medio campo
de batalla.