Mi encuentro con Woody Allen

Deseaba con toda el alma una bici de montaña ligera, que pudiera cargar para cruzar el periférico por el puente peatonal y andar en CU sin peligro. La bici de montaña es lo ideal para una ciudad como México. Su llantas al ser gruesas, facilitan pasar por charcos y baches, trepar banquetas y bajarlas. Pero en México ese tipo de bicis cuestan casi como un coche. Bueno, no tanto, pero cuestan mucho. 
Finalmente por Internet encontré una tienda en Nueva York que tenía exactamente la bici que yo quería. Pero ¿Ir a Nueva York por una bici? Era algo estrafalario, yo pensaba. Y con todo, nunca había viajado sola por diversión: siempre lo hacía para trabajar en congresos o con colegas. Viajar sola por nada, por viajar, se me antojaba, así que decidí hacerlo. Y claro, ya si iba a ir a New York, pues ¿porque no ir a escuchar a Woody Allen tocar su clarinete? Averigüé las fechas y ya no había lugar, de modo que muy en mi estilo obsesivo, terminé chateando con un miembro de la banda: Jerry. Me dijo cómo reservar y así lo hice: todo listo.
Encontrar la bici no fue nada fácil: la tienda que aseguraba tenerla no la tenía. Nevaba en Nueva York y hacía un frío infame. Finalmente encontré la bici en Brooklyn, a muy buen precio. La búsqueda me agotó, pues aproveché para también buscar otras cosas que sólo ahí conseguiría. Quienes me conocen saben que no uso bolsa sino mochila, y siempre el mismo modelo. Ésta estaba agotado y quedaban cuatro en dos tiendas diferentes de Nueva York; las aparté "on line" y las compré estando allá.
Llegó la noche para ir a ver a mi cineasta favorito y yo estaba absolutamente cansada, pero me arreglé y acudí. ¡Sorpresa! Mi reservación no existía. Desesperada contacté a Jerry y me dijo: tú llega. Llegué y por supuesto: no me dejaron entrar. Ya me iba cuando me entró el toro que me habita y dije: ni madres: yo entro. Me metí, y cuando me iban a sacar, le dije al mesero: yo tengo reservación y si quiere sacarme, llame a la policía porque no pienso salir caminando: vengo desde México y no me voy sin ver a Woody Allen. 
No se si el mesero comprendió que se iba a armar un lío o si en verdad se sorprendió como al menos lo aparentó: ¡Desde México! Me dijo. Venga, le voy a decir dónde puede verlo. Me llevó a un espacio que había atrás: no tendría mesa, pero podía estar ahí de pie. El lugar era pequeño, y vería a Woody a una distancia de unos siete metros: no pedía más. Lo único que me pesó es que no podría darle el Cd de Nietzsche que le llevaba.
Pedí una bebida y me quedé ahí parada... poco a poco llegó más gente y yo no permití que me quitaran mi primer lugar de pie. Estaba muy plantada y aunque había empujones, no me movía: como una estatua, no me movería un ápice de ese privilegiado sitio.
Entonces, ya con la el lugar a reventar, escuché atrás de mí un "Excuse me please". Ya me habían dicho eso para ganarme mi lugar y pensé: que te excuse tu mamacita, yo no me muevo. Un estatua. Entonces sentí que alguien me tomaba del brazo y sentí una voz cerca del oído: "Can you excuse me please, lady?" Giré la cabeza y enfrente de mi, a dos centímetros de mi cara, Woody Allen me miraba de frente. 
Me quedé paralizada y sólo pude decir: "OMAIGOD", así, a la mexicana. Entonces él se rió y bajó la vista con su característica timidez y repitió en el estilo más woodialenesco: "omaigod, yes, omaigod". Me tomó de los brazos, me hizo a un ladito y se sentó junto a mí, en un lugar que no había permitido que nadie ocupara. Yo seguía de pie hipnotizada. Sacó su clarinete, se dio a la labor de prepararlo y dije: ahora es cuando. Me acerqué y le dije: "I brought this for you", y le di el Cd de la música de Nietzsche. Apenas lo vio, su ayudante, quizá chofer o guarura, tomó el disco y regresándomelo me dijo: "You may not approach". Iba a tomar el disco de regreso pero Woody me lo quitó de la mano y dijo "What is this?" Le dije: It's Nietzsche's music, the one he wrote". Really? me dijo. Y dirigiéndose al guarura le dijo: "I want to keep this. Thank you very much." Se levantó y de inmediato se escucharon aplausos; se encaminó al escenario y comenzó el show.
Woody fue increíblemente tímido durante el show. Casi no veía a la gente, se concentró en su música. El concierto fue una maravilla, su banda es más de lo que yo hubiera esperado, me divertí mucho, grité mucho aplaudí mucho. Una gringa enojada de no poder quitarme de mi primer lugar me vació su copa encima y le dije: "You may do it again: I will not move from here". Terminó yéndose y yo seguí en mi lugar. Al finalizar regresó conmigo el guarura de un modo muy amable, sumamente cordial, para decirme que a Woddy le había interesado mucho el disco y quería agradecerlo. Yo ya tenía un par de cubas encima y la noticia fue equivalente a cuatro cubas más. Me instruyó: Woody saldría por tal y cual puerta, yo debía estar ahí para poder hablar con él. 
Y así fue, Woody salió por esa puerta, pero antes de poder hablar con él, la gente se le fue encima. Y yo no iba a írmele encima, no es mi estilo. De modo que Woody me miraba entre la gente que lo abrazaba y yo lo miraba in poder hacer nada. Su guarura le fue quitando las moscas poco a poco y logró sacarlo por la puerta, y antes de cerrar, Woody me vio con sus ojitos y entre el tumulto no escuché su "thank you", sólo vi su sonrisa y el movimiento de sus labios diciéndolo. Le dije adiós con la mano y desapareció tras la puerta.
Me senté en la barra y pedí otro trago para disfrutar lo que para mi había sido un gran momento. Un británico se acercó a preguntarme si Woody era mi amigo... me reí mucho y le expliqué esta historia. 
Nunca olvidaré esas manos tímidas tomando mis brazos, su vocecita diciendo "Can you excuse me please, lady?" y luego repitiendo "omaigod, yes, omaigod, omaigod", y sobre todo, no olvidaré su última mirada ya detrás de la puerta, la mirada de un Woody Allen sonriente viéndome a los ojos y diciendo "thank you". 
Muchas veces me he preguntado qué pensará de la música de Nietzsche: por supuesto que la escuchó, no tengo duda. ¿Le habrá gustado? ¿Habrá leído el booklet que escribí? Regresé a México con la buscada y deseada bici y con la mirada de Woody Allen en mi corazón. Fue un gran viaje. Siempre me he alegrad de haberlo hecho. Jerry me escribe de vez en cuando para saludar. Yo me quedo pensando si no sería bueno regresar y apartar una mesa con un año de anticipación si es necesario, para volverlo a ver. Pero no lo he hecho, quizá su recuerdo, así como está, es suficiente para mí. Nunca creí estar tan cerca de él, fue, sí, porqué no decirlo, un sueño hecho realidad.