¿Que celebramos los que no celebramos la Navidad?

Para Gaby, quien formuló la pregunta.


Aquellos que aun viven bajo los preceptos y creencias del cristianismo en cualquiera de sus modalidades, tienen una idea más o menos clara de qué celebran en esta época del año. Ellos consideran que hace poco más de veinte siglos nació el hijo de un Dios y una mujer. Ese Dios consideraba que los humanos éramos tan deudores, que nada podría pagar por nuestros pecados más que la muerte de su propio hijo. Esta extraña idea -que Dios mande a morir y sufrir a su propio hijo- repele la mente de cualquier mujer civilizada. Sin embargo han sido muchos los dioses que gustan de sacrificios, ya sea de animales, de humanos, o sí: de su propio hijo, por extraño que resulte. No pretendo ahora explicar esta terrible idea, sino más bien quisiera pensar una cuestión: ¿qué celebramos los que no formamos parte de esa religión y su mitología? 

Son muchas las religiones que han elegido esta época del año para sus fiestas más importantes, y no sin razón: el año solar concluye con la noche más larga y al día siguiente comienza el nuevo año solar. Este año eso sucedió la noche del 21 de diciembre, y hoy, 22, es el primer día del Año Nuevo Solar. Claro que esto no es más que otro decir, pues podríamos pensar que en realidad el año solar comienza en cualquier otro equinoccio o solsticio: ¿porqué el solsticio de invierno? 

Una de las más viejas tradiciones ofrece una respuesta: el culto a Mitra. Después de la noche más larga del año, que se da en el solsticio de invierno, se adoraba al Sol triunfante. El culto a Mitra, de origen persa, fue adoptado por gran parte de los soldados romanos y fue la religión dominante de una Roma que combatía al cristianismo, esa religión apenas naciente.

Este culto al Sol permaneció al menos hasta 300 años después de la fecha en que se supone que nació el hijo de Dios y una mujer. El Emperador Constantino había sido fiel seguidor de Mitra, el Dios Sol Invencible, pero se convirtió al cristianismo aparentemente porque al ver una cruz, escuchó la voz de Dios diciéndole: con este signo vencerás. Esa es la historia oficial, pero la realidad es que políticamente muy bien podemos deducir que se trató del astuto dicho: "si no puedes contra ellos, úneteles". Roma no podía ya contra los cristianos, y qué mejor manera de no perder esa batalla que haciéndose a sí misma la cede del cristianismo. ¡Fue una idea política genial! Los grandes perseguidores del cristianismo, se convirtieron en el núcleo del mismo: cuando ya no pudieron más ganar la lucha, se erigieron a sí mismos la "cede oficial" del cristianismo que tanto habían combatido.  

De ese modo el emperador Constantino legisló la religión cristiana en 313 por medio del Edicto de Milán: la Roma de las grandes persecuciones contra los cristianos se convirtió en la Roma cede del Vaticano... sí: un movimiento político genial. De nada sirvió la posterior lucha del buen Juliano el Apóstata por instituir nuevamente la antigua religión: la fuerza y el fanatismo que las nuevas creencias despertaron en el pueblo le aseguraron al cristianismo los 2000 años que tiene ya de vida. 

De modo que henos aquí, sin saber nada del Sol Invictus, celebrando con una cena o una comida, a una religión en la que ya no creemos o incluso, una religión que consideramos nefasta. ¿Qué celebramos los que no celebramos?

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Eliade ha dicho que existen tiempos y espacios sagrados, y su función reside en quitar la homogeneidad al tiempo y al espacio: gracias a ellos no todo tiempo ni todo espacio es igual. Para los que no estamos cerca de las creencias institucionalizadas por Constantino, esta época marca, con todo, el fin de un año y el comienzo del otro.  Nuestras siempre "laicas" sociedades organizan el tiempo de acuerdo a esas creencias dominantes, de modo que los periodos vacacionales para la mayoría de las personas son los marcados por la religión, en particular la Navidad. De modo que creamos o no en la mitología del sacrificio del hijo de Dios, este periodo del invierno marca nuestras vidas: no es igual al resto del tiempo. ¿No es acaso esa la función del "tiempo sagrado"? ¿no acaso el tiempo sagrado hace que el tiempo en su totalidad no sea homogéneo? 

La sacralidad del tiempo puede ser secular. El tiempo y el espacio sagrado no necesariamente remite a dioses externos al mundo: hay espacios que son sagrados porque ahí pasamos la primera infancia, porque ahí recibimos el primer beso, porque ahí lloramos o reímos de un modo especialmente significativo. Hay tiempos que igualmente pueden ser sagrados de manera secular, esto es: pueden tener un sentido propio, individual, no instituido por religión oficial alguna. 

Esta época del año, los que no creemos en la religión oficial podemos tomarnos el tiempo para valorar un año de vida, y replantear lo que es necesario replantear. Es un poco como los cumpleaños, se trata de un ciclo más que permite echar una ojeada a un lapso de nuestras vidas. Se puede hacer esto en cualquier época del año, por supuesto; pero el periodo vacacional, las reuniones con amigos y la familia, la estancia de espera a la reanudación del trabajo, son un impulso para hacer esa especie de recuento.

De modo que los que no celebramos la Navidad podemos recordar que esta no es la única celebración que ha existido en el solsticio de invierno: por milenios la humanidad ha dedicado estas fechas a diversas deidades. Está en cada una de nosotras (os) decidir a qué deidad dedicamos estas fechas, si es que eso aun es posible. Y en caso de que no lo sea, está en cada una de nosotras decidir a qué dedicamos estas fechas y qué podemos plantear o replantear, pensar o proponer para el año entrante. 

Sí: suelen ser famosos los "propósitos de año nuevo", sobre todo por no llevarse a cabo. Pero también pueden serlo por llevarse a cabo, cosa que he experimentado en otros años de mi vida y ha resultado positiva. Tengo propósitos para este año y expectativas de cumplirlos: eso puede ser algo digno de festejarse para aquellos quienes no celebramos la Navidad. Podemos, en resumen, conmemorar el Deus Sol Invictus, el nuevo Sol después de la noche más larga, el renacimiento de nuestro propio ser. Ya sea como una metáfora o como una realidad cósmica, ese puede ser un sentido noble para estas fechas. 

 ¡Felíz Año Nuevo Solar!