De la República de Weimar a Disneylandia

Esto de tener vacaciones es una ma-ra-vi-lla. Porque mientras trabajo, nunca tengo tiempo de hacer esto. Escribir. Tengo que hacer lo que hay que hacer… qué horror, pero ¡fuera esos pensamientos! ¡Son vacaciones!

…de manera que recientemente, leyendo acerca del así llamado “sinonietzschenismo”, me topé con una idea que comprendí de inmediato como un concepto perfectamente claro: la vulgarización de Nietzsche. En el escrito que apaciblemente leía, David A. Kelly analiza la idea de Alan Boom (The Closing of the American Mind), acerca de cómo las ideas de Nietzsche, en manos de sus seguidores norteamericanos, han vulgarizado todo su pensamiento. El terror vulgarizado se convirtió en mero “stress”, y la dimensión trágica se perdió: “El nuevo estilo de vida americano se ha convertido en la versión Disneylandia para toda la familia de la República de Weimar”.

Ja ja ja! ¡La versión Disneylandia de la República de Weimar! Y como son vacaciones me puedo reír un buen rato de esa noble puntada y platicarlo con ustedes así, descalza. Aunque luego me entristezco: en verdad ha habido una vulgarización tremenda del pensamiento de Nietzsche. Ya les contaba del congreso pasado, en el que cientos y cientos asistían… pero no perdamos el hilo. Continuemos.

Resulta que este David Kelly encuentra su versión sinonietzscheana de la idea de Bloom: la apertura mental china implica una americanización. ¡No! ¡Plis! ¡Cuéntenme algo que no sepa! ¿Qué o quiénes han resistido la brutal norteamiracanización mundial? El elogio de la sombra de Tanizaki es un Requiem por la cultura japonesa en manos de la decadencia gringa… you know what I mean? Y aquí pues basta con salir a la calle o con ver lo que comemos y lo que sale en la TV para saber que we are family… you know!!

Bueno, basta de ironía. Sigamos.

La cosa es que la vulgarización de Nietzsche en China o en Rusia o en donde se les de la gana, remite a las obras literarias en que se abusa de su pensamiento. Por ejemplo, la novela Sanin, del novelista ruso Artzybashev, de principios de siglo. Si: no hablamos de cualquier vulgarización sino de una que paradójicamente podríamos llamar “la vulgarización culta de Nietzsche”.

Lo que a mi modo de ver ha sucedido es que esa vulgarización “culta”, a abierto las puertas a la barbarie. Los que tienen acceso a esa vulgarización culta comienzan a difundir el pensamiento de Nietzsche ya desfigurado, y así comienza a caer la bola de nieve. Mientras más cae, más nieve recoge a su paso… y la vulgarización crece y crece hasta llegar a… ¿Lo digo? Hasta llegar a congresos masivos a los que asisten cientos y cientos y nadie entiende nada, aunque todos creen que entienden todo.

Nietzsche no se merece eso. Dejó el ámbito universitario por considerarlo demasiado vulgar. Creyó que la filosofía necesita silencio, reposo, largas caminatas… y mírenlo no más. Después de ese nivel de vulgarización, pues ya solamente queda escuchar cómo Nietzsche es citado fuera de contexto, esto es, descontextualizado, en programas de tele baratos, en periódicos, radio, y hasta en anuncios comerciales…

Cuando la filosofía va a la calle no es para que cientos crean que entienden todo, sino para explicar cuestiones muy elementales a quienes desean escuchar con la humildad propia de la “Docta ignorancia”. Esa es la idea, no otra. No debiera ser otra.

Me escribió Giuliano Campioni sobre el pasado escrito de este blog: “Boh: per tutti e per nessuno. Chi sa?”. Y ahora yo pienso: ¡Si! Giuliano, das en la clave; he ahí el problema. Nietzsche lo supo, su pensamiento aparentemente es para ser comprendido por todos, pero ninguno lo puede comprender cabalmente. Es oscuro, huidizo, metafórico, simbólico. Cuidémosle, protejámosle de los que David Kelly llama “la vulgarización” de su pensamiento. No lo permitamos más. Hoy más que nunca, nunca, nunca más.

El reciente congreso sobre Nietzsche

Hace unos meses, me llegó de España -concretamente de dos queridos amigos; Diego Sánchez Meca y de Luis de Santiago- una invitación para participar en un congreso sobre Nietzsche, en México. Cosa curiosa, pero acepté sin dudarlo. Ya cercano el evento, supe que lo financiaba un empresario mexicano. Cosa curiosa: acepté ya dudando un poco...
Debo decir que no me arrepiento. El evento reunió a nietzscheanos de la talla de Guiliano Campioni, Andrea Orsucci, Germán Meléndez, Sergio Alberto Sánchez, Jaime Aspiunza, Marco Brusotti y varios más. Fue un privilegio. Trabajamos mucho: de nueve de la mañana a nueve y media de la noche: fue bastante pesado. Pero en los pocos ratos libres, reímos como locos y hablamos más.

Sólo con una espina me quedé. Por eso escribo esto.

Veamos. En pocas palabras, el evento fue masivo: asistieron cientos de personas. Quien conozca un poco de la filosofía de Nietzsche no requiere saber más: esa es la espina. Nietzsche es un pensador peligroso porque aparentemente cualquiera puede leerlo y CREE que lo comprende. Cree que se le cuenta una historia al leer, por ejemplo, el Así habló Zaratustra. Sin embargo, como bien lo hizo notar Martin Heidegger, a Nietzsche se le comprende únicamente cuando se le contextualiza al interior de una muy compleja historia de la filosofía. Imposible comprender a Nietzsche sin conocer a Heráclito, a Platón, a Spinoza, y qué decir de Kant y Schopenhauer.

Con base en lo anterior me pregunto: ¿quién de esos cientos comprendió algo de lo ahí dicho? Por supuesto entre esos cientos habían estudiantes, y ellos habrán comprendido. Pero había también muchas personas que no tenían ni idea de la filosofía. Pregunto: ¿les hace bien escuchar hablar de un filósofo y creer que lo comprenden? Yo creo que no. Yo creo que el tipo de cultura que hay que llevar a la calle debe darse de otra manera, con otro tipo de eventos. Creo que esa banda de filósofos que vinieron del extranjero, debería de haberse aprovechado de otra manera.

A nuestro país le hace falta en efecto eventos culturales. Pero no de este tipo: no eventos masivos en los que especialistas expongan el pensamiento de un filósofo. En dado caso el evento “La filosofía a las calles”, organizado recientemente por los mismos alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, resulta bastante más provechoso: se elige un problema, y se analiza desde diferentes perspectivas por tres o cuatro estudiosos de la filosofía.
¿Qué pasó, pues? Bueno, pues que el empresario que trajo a esta banda fue el que decidió hacerlo masivo. Sánchez Meca solo organizó la cuestión académica, no determinó a quién iba dirigido el evento.

En lo personal, en lo estrictamente individual, me congratulo por haber participado. Lamento por supuesto la ausencia de colegas nietzscheanos de la Facultad que perfectamente bien, podrían haber participado. Pero en el ámbito personal no puedo más que decir que me siento afortunada. Y no tanto por el trabajo duro, sino por lo que acontece en los “entres”. Esos momentos breves en que cenas o comes, o cuando te transportas de un lugar a otro. La sobremesa de la noche, por ejemplo, cuando ya no hay que salir corriendo al evento, en fin: escuchar a Campioni contarme la historia de Colli y Montinari en la camioneta de camino al evento, con Sergio como traductor del particularísimo italiano de Campioni, o platicar con Diego sobre filosofía comparada, o recitar poesía en voz alta con Sergio después de cenar con un par de tequilas, o pseudo-cantar ópera con Guiliano… caray, fue maravilloso.

Solo me queda esa espina: ¿Qué hubiera dicho Nietzsche al ver su pensamiento expuesto ante masas compuestas por personas que en realidad no comprenden de qué se está hablando? Prefiero ni pensarlo.

Mi adorada amiga, colega y hermana, Rebeca Maldonado, me ha dicho: hagamos nosotras un evento como debe ser: con la gente de la Facultad y por supuesto, los invitados extranjeros, y nuestros estudiantes y los de provincia como asistentes. Pero no masivo. Yo le he tomado la palabra. Tendremos que ponernos a trabajar en ello. Y con todo, a pesar de la espina, me quedo agradecida por esta experiencia: no puedo más que sentirme afortunada y feliz.